“Mis abuelos se llaman Jesús y Maximina pero la suelen llamar Mina. Ella es rubia con los ojos verdosos y el pelo rizado y lleva unas bonitas gafas rojas. Es alegre y me quiere mucho. Ella cuida a mi abuelo y tiene que hacer todo por él. Mi abuelo Jesús está malo y tiene que andar con muletas. Tiene el pelo blanco y suele usar una gorra de cuadros. Es alegre y divertido y siempre cuando voy me cuenta algún chiste. ¡Los quiero muchísimo!”, exclamaba Lorena González. 

Por su parte, Daniel Rodríguez, aseguraba que sus abuelos son como sus “segundos padres”. “Gracias a mi abuelo Pedro, puedo ir todos los días al colegio; Yo estoy muy agradecido porque hace mucho esfuerzo por ayudarme […] De mayor quiero ser como ellos, pero ahora prefiero ser un buen nieto”, confesaba. 

Víctor Andrés recordaba la cantidad de cosas que aprende con ellos, como cuando su abuelo le enseñó a escribir, y Xabier Alonso sostenía que los abuelos “son tan buenos” que en una escala del uno al cien, él les daría “un cien y más”. 

Entre alguna de las anécdotas más divertidas, Verónica Ramos rememoraba sus ‘Vacaciones en la playa’: “un día, cuando todos estábamos bañándonos, y la abuela se quedó cuidando las cosas, la marea subió, ella no se enteró y todas nuestras zapatillas empezaron a flotar en el mar y las toallas acabaron todas empapadas. Cuando le gritamos para decírselo, todavía nos contestó: - ¿Qué pasa? ¿Qué me asustáis?- Y todos nos partimos de risa” y añadía: “Mis abuelos siempre me compran lo que quiero y cuando mi madre me riñe, ella me defiende. Mi abuela es la persona más importante para mí y espero que siempre esté conmigo porque no sabría qué hacer sin ella”.  

En su escrito, Amara Martín elogiaba al ‘manitas’ de su abuelo: “Cuando se estropea algo siempre está mi abuelo, que sabe arreglarlo todo y si no, busca la manera de arreglarlo: tiene un montón de herramientas de todas las clases y al final siempre consigue arreglar todo”. 

Por último, otro de los pequeños autores lamentaba que debido a una enfermedad, su abuela se encontrara en silla de ruedas: “Creo que ya no nos reconoce, pero cuando le hablo me sonríe, pasamos mucha pena porque ella siempre trataba de que fuéramos felices. Ella nos cuidaba pero ahora somos nosotros quienes cuidamos de ella”. 

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