Madrugada del Lunes al Martes Santo y las pedregosas y angostas calles de los barrios bajos de la capital zamorana se convierten en una recreación perfecta de los últimos pasos de Cristo. Tras salir de la iglesia de San Vicente y atravesar la Plaza Mayor, comenzaba el lento caminar de los hermanos de la Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. La ambientación por Balborraz y Zapatería daban paso, como siempre, al punto álgido del desfile procesional. 

Con los costados de la plaza repletos de personas y con las hileras de hermanos escoltando al Cristo, el coro de la hermandad entonaba el ‘Jerusalem, Jerusalem’. Un canto que estremeció a todos los presentes por su solemnidad. Una solemnidad también traducida en austeridad que tan bien destila la Buena Muerte. Esta vez, al término del cántico no apareció la nube de fotógrafos que en otros años asaltaban a los hermanos y al Cristo al finalizar los últimos acordes del ‘Jerusalem, Jerusalem’. La prohibición de entrada a los fotógrafos en esa zona del recorrido era una de las novedades implantadas por la hermandad para este año, y los ciudadanos lo agradecieron. 

Después, nuevos pasos por calles empedradas, estrechas, hasta llegar a otra de las zonas más emblemáticas del recorrido, el arco de Doña Urraca. Allí se vivió otra estampa perfecta con la luna peleando entre las nubes negras para alumbrar al Cristo en su muerte a atravesar el arco. Con la remontada por la Plaza dela Leña, el desfile procesional ya enfilaba la iglesia de San Vicente donde se producía la segunda gran novedad: los hermanos entraban con las antorchas apagadas y el acto final se hacía en penumbra para cerrar un recorrido completo en el que la lluvia ni siquiera amenazó con aparecer.

Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios

Lo más leído