Las butacas del teatro Elvira Fernández se iban llenando mientras que tras el telón rojo aún se escuchaba el replique de las puntas de los bailarines sobre las tablas esperando el momento estelar. Luces fuera. Los primeros acordes del concierto para violín y piano en Mi Mayor de Bach comenzaron a llenar la sala. Ataviadas con una larga falda de raso blanco hasta los pies, con remate encorsetado negro en la parte de arriba, las bailarinas comenzaron a ejecutar la coreografía montada por Juan Moredo. Una pieza en la que cada bailarina se erigía como una nota musical y, en su conjunto, formaban una grácil partitura. De movimientos marcados, la pieza barroca entusiasmó a los asistentes que, tras veinte minutos, estallaron de júbilo aplaudiendo al elenco.

Segundo acto. Turno para "Las Sílfides". Obra del ballet romántico por excelencia. La coreografía, a cargo de Dolores Sejias, mostró un cambio entre ambas partes del recital. No solo en el vestuario (en esta ocasión faldas de tull blanco vaporosas), sino en la música. Del Barroco al Romanticismo, y de las notas musicales al encuentro con un poeta. El baile de las danzarinas mostró el encuentro de Las Sílfides con un poeta que vagaba por el bosque buscando la inspiración. El baile se entrelazaba con la interactuación de cada una de las criaturas del aire con el nuevo inquilino del bosque al ritmo de Chopin.

La compañía Inquedanza actuó para los zamoranos durante casi dos horas en la que la armonía y el equilibrio entre movimientos y sentimientos mantuvieron al público en vilo. La compañía está formada por bailarines amateurs y la media de edad no supera los 18 años. El Teatro Elvira Fernández tuvo la oportunidad de acoger un espectáculo en el que ver, oír y sentir eran aspectos obligados e involuntarios al contemplar las piezas interpretadas.

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