El dolor de una madre

Siete espadas se clavan en el corazón de Nuestra Madre. Una madre que vive su noche más amarga. Su hijo yace tendido en sus brazos y ella, rota de dolor, vive su amargura con gesto roto ante las últimas horas vividas por el fruto de su vientre.

 El dolor de una madre
El dolor de una madre

Todo esta cumplido, Cristo yace muerto entre los brazos de su madre tras entregar su vida por todos sus fieles. Una madre que sobrevive a su hijo y vive su noche más amarga mientras que en su corazón se clavan los momentos vividos por su mayor amor en sus últimas horas de vida. El manto negro, adornado por el luto y el dolor, recorre las calles de la ciudad. Una ciudad que calla y vive la amargura al paso de Nuestra Madre.

Los centenares de hermanos, ataviados con estemeña blanca y terciopelo negro, acompañan con la luz de sus velas a su madre. Viernes Santo llega a su fin, con el dolor más amargo. Su hijo moría de madruga en las calles de Zamora con Thalberg como único consuelo. Ahora, al caer la noche, su dolor ya no encuentra consuelo pero si acompañantes. Las filas de hermanos y hermanas, unidas a los miles de espectadores, alumbraron la oscura noche Nuestra Madre.

Cristo ha muerto y Zamora ha sido testigo de su muerte y de su entierro. La ciudad se apaga al igual que su vida. Nuestra Madre de las Angustias desfila por las calles acompañada de Cristo de la Cruz de Carne en representación del triste final de su hijo y de la Virgen de las Espadas como muestra del corazón de la Virgen atravesado por el dolor de ver morir a un hijo.

Un Viernes Santo que termina con el camino de un madre que busca mitigar su amargura ante el cuerpo sin vida de un hijo que reposa en su regazo. No hay consuelo para Nuestra Madre que regresa a su templo, San Vicente Mártir, para vivir, ahora sí, la pérdida en soledad.

 

 

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