75 años cayendo juntos

Setenta y cinco años mirando al cielo, setenta y cinco años de reencuentros, abrazos y sentimientos al amparo de San Lázaro. Setenta y cinco años de raso blanco y negro inundando las calles de la capital. Setenta y cinco años de Hermandad.

 75 años cayendo juntos
75 años cayendo juntos

Luis sale de su casa a las siete y cuarto camino de San Lázaro. Hachón y corazón en mano recorre las calles para reencontrarse con ellos, sus hermanos. Son ya treinta años los que, cada Lunes Santo, se encomienda a Dios y al cielo y, desde hace diez, lo hace brindándoselo a su padre. La retahíla de cofrades se extiende por la Cuesta de la Morana, Luis se reencuentra con los suyos, los que no ve durante todo el año pero cuando el hábito cubre su cuerpo se descubre la hermandad.

Las puertas de San Lázaro se abren y la banda de cornetas y tambores pone las primeras notas a este lunes, un lunes en el que no solo la hermandad cumple 75 años, desde los cofrades más pequeños que aseguran el relevo generacional hasta el último hermano de acera están de celebración. La Despedida sale del templo con paso firme y con la mirada puesta en la Plaza Mayor.

A ella, le sigue Jesús en su Tercera Caída, 75 años cayendo juntos y Luis procesiona a su lado en su margen derecho, el del rostro, el que más quería su padre. Pero en su desasosiego del recuerdo, no puede evitar echar la vista atrás y observar cómo la madre, ella, La Virgen de la Amargura, le da aliento y comparte su dolor en su camino.

Los pies comienzan a doler, son diez años ya procesionando en penitencia pero sus dedos le duelen menos que el primer año en el que su padre no encendía su vela. El recorrido comienza hacer mella en las piernas pero la calle Renova llega a su fin y al fondo, le hace recuperar sus fuerzas la imagen de una Plaza Mayor abarrotada. Los hermanos comienzan a entrar en la plaza, Luis mira a lo alto y no puede evitar fijar su mirada en el cuarto repostero.

Silencio, roto por el canto del coro de la hermanada. "Tú nos dijiste que la muerte, no es el final del camino". Las lágrimas recorren el rostro de Luis porque sabe que la muerte si fue el final del camino de su padre, pero no lo es para cada desfile de Lunes Santo, donde todos los que se fueron regresan al corazón de sus hermanos, de su Hermandad y de su ciudad. 

 

 

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