Los alpinistas de la Montañera Cifuentes, Casquero y Manrique escalan la cara norte del Petit Dru

 Los alpinistas de la Montañera Cifuentes, Casquero y Manrique escalan la cara norte del Petit Dru
Los alpinistas de la Montañera Cifuentes, Casquero y Manrique escalan la cara norte del Petit Dru

Son grandes recorridos que destacan por su verticalidad, por su longitud, por la belleza de su recorrido y por su compromiso tanto en la propia escalada como en el descenso. Las caras nortes son difíciles de escalar aun cuando están en condiciones idóneas. Suelen presentar ambientes muy variables en cuanto a humedad, hielo y nieve. Prácticamente no las da el sol en todo el día y cuando hay borrasca suelen cargarse de nieve lo que complica su escalada y a veces la imposibilita. 

El trío zamorano, aprovechando la ventana de buen tiempo que tuvieron al llegar a Chamonix, decidió afrontar esta escalada aunque con dudas por la nula información de repeticiones de la vía en los últimos años. Y es que en el año 2005, el Petit Dru sufrió un gran desprendimiento en la cara oeste acompañado de otros sucesivos que también afectaron a la cara norte. 

Para ello, el primer día se aproximaron a su objetivo desde Grand Montets por un terreno complicado con nieve en malas condiciones, cruzando el glaciar del Nant  Blanc que les llevó a la base del Dru. Allí pasaron su primera noche vivaqueando al raso a 2800m.

A las 5:40 del segundo día, comenzaron la escalada de la vía. La primera parte se caracteriza por una escalada mixta sobre roca, nieve y hielo. A medida que se asciende la nieve desaparece por la verticalidad de la pared con una escalada sobre roca a veces húmeda para volver en el muro final a tramos mixtos. Estas condiciones obligan a una escalada muy técnica en diferentes tipos de terreno y con un continuo cambio de material, crampones y piolet para el hielo, y  pies de gato para la roca.  Además, esto implicó que cada escalador tuvo que cargar con una mochila de unos 10 kilos de peso. 

La estrategia durante la ascensión fue la misma que han utilizado en otras grandes escaladas. Se fueron alternando encabezando los largos de dos en dos y cuando las condiciones lo permitieron avanzaron en ensamble. En la escalada a largos, el primer escalador, asegurado desde una reunión por un compañero, va progresando colocando los seguros aprovechando las posibilidades que le brinda la roca hasta llegar a un emplazamiento donde montar una reunión para poder asegurar a sus dos compañeros y volver a juntarse. Mientras que en el ensamble, los tres escaladores avanzan a la vez unidos por las cuerdas y distanciados lo suficiente (30-40m) como para haber seguros intermedios entre ellos que les protejan de una eventual caída, lo que implica ganar mucho tiempo, pero a la vez exige gran atención y no permite ningún fallo. 

De esta forma fueron ganando metros y metros a los casi 900 de la pared superando los lugares más emblemáticos de esta vía como la chimenea penosa, la fisura Lamber, el diedro helado, la fisura Marttinetti, los expuestos largos afectados por los desprendimientos… Y  tras 24 largos, varios ensambles y 18 horas escalando, las dos últimas a luz de la luna y del frontal, ya muy cerca de la cima, llegaron a una pequeña repisa nevada protegida por un techo. Tras acondicionarlo, en este lugar pasaron su segundo vivac de mil estrellas encordados en sus sacos con las mejores vistas del valle de Chamonix.

El tercer día, tras reponer fuerzas y derretir nieve para hidratarse durante todo el día, la cordada zamorana coronó con las primeras luces del día Petit Dru y allí comenzó la segunda parte de la aventura, el descenso. Optaron por la opción más larga pero más segura que consistió en descender al collado de los Dru por un terreno de nieve inestable y volver a escalar dos largos más por la vertical y a veces desplomada vertiente sur del Grand Dru. Una vez en la cumbre del mayor de los Dru, rapelaron los 500 metros que separan está cumbre del glaciar de la Charpoua. 

Ya casi estaba conseguido, sólo quedaba descender por el glaciar sorteando encordados las profundas grietas que los surcan hasta llegar al refugio de Charpoua. Una vez allí, las dificultades ya se habían terminado. Llegar hasta Chamonix sólo era cuestión de andar lo que les llevó unas cuantas horas más hasta sumar otras 18 horas de actividad en esta tercera y última jornada de esta gran escalada.

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