El Balneario de Almeida está constituido por un conjunto de construcciones surgidas en torno a una fuente de aguas termales, enclavadas en un valle y un entorno donde la presencia humana, con un contenido mágico y simbólico, ha sido una constante en la historia.

Los edificios del Balneario constituyen además el único ejemplo de arquitectura asociada a fuentes termales existente en la provincia de Zamora. Se creó en época decimonónica, en un momento donde la salud y la higiene comenzaron a ser considerados como elementos de bienestar y de estatus social. “La Dama Verde” es por tanto reflejo de una época y de una situación social singulares.

Por otro lado, para otorgar esta categoría turística, se ha valorado que las restauraciones y ampliaciones realizadas en los últimos años, necesarias desde el punto de vista empresarial, hayan sabido conservar la relación del edifico con el entorno del valle y la naturaleza que lo rodea.

El Hervidero de San Vicente: un valle mágico 

El Balneario de Almeida no puede entenderse fuera del entorno del valle donde se ubica: el hervidero de San Vicente. Se trata de un profundo valle de tierras comunales donde se localizan varios manantiales de aguas termales, producidos por una pequeña falla, que atraviesa el valle en dirección a Ledesma, y que origina la aparición de aguas termales procedentes de grandes profundidades del subsuelo.

Dichos manantiales son conocidos y utilizados por el hombre desde la más remota antigüedad. Esto dio lugar a que en torno a dichas fuentes se fijara una serie de asentamientos y elementos culturales y religiosos desde la temprana edad de piedra, el Neolítico, la Edad del Bronce, la época celta y romana, prolongándose hasta la Edad Media... como puede atestiguarse con la presencia del dólmen del Casal del Gato, excavado por el Padre Morán en los años 20; los petróglifos repartidos por todo el valle; o los restos de una ermita medieval en el entorno.

Las primeras referencias escritas acerca de las aguas termales del entorno se encuentran en el siglo XVI, de la mano del monje regente de la botica del Convento de los Jerónimos de Zamora, Fray Francisco de Santa Catalina, quien deja constancia de su existencia, de las propiedades y bondades de las aguas, y del trabajo que tuvo que hacer junto a otros siete paisanos de Almeida para limpiar los manantiales de maleza y desviar el curso invernal de agua que cruzando el baño los anegaba cada año.

En 1753, el boticario de Madrid, D Manuel Girón, hizo un análisis más científico de las aguas, destacando nuevamente sus propiedades curativas. 

A finales del siglo XIX, queda constancia de la costumbre de las personas del lugar de bañarse junto a sus animales en estas aguas, por sus poderes curativos. De estos baños conjuntos de personas y animales surgió la orden del gobernador de clausurar los baños. En diciembre de 1891, el Ayuntamiento de Almeida suscribió la prohibición de bañar ganados en el fondo del pozo del Hervidero contra la salud pública por utilizarse para beber. Acordando además cubrir con una lápida de gran tamaño el pozo y colocando un caño que despidiera agua para una pila donde pudiera bañarse toda aquella persona que lo necesitara...

Las aguas son declaradas minero-medicinales de utilidad pública el 2 de Junio de 1908, lo que supuso un espaldarazo definitivo a la construcción de un balneario.

Los baños termales se ponen de moda: surge el Balneario de Almeida

A principios del siglo XX los baños termales comienzan a ponerse de moda por sus usos terapéuticos entre las clases más pudientes, de ahí que se iniciara el proyecto de construcción del Balneario de Almeida. 

El balneario es inaugurado en 1912, siendo en principio un único edificio de una sola planta-hospedaje para el tratamiento de la piel, reuma y bronquios. 

El balneario disfruta de un periodo de esplendor de 1912 a 1940, momento en el que los avances de la medicina, los fármacos y otros avances médicos producen la caída de este tipo de instalaciones.

De esta manera, en 1955 cambia de titular, realizándose una serie de reformas como la construcción de una segunda planta. Se levanta también la famosa pista de baile con palmeras en el centro del patio y se lanza propaganda a todos los medios, siendo esta segunda etapa un auténtico fracaso comercial.

En 1970 cambia nuevamente de manos, pero esta vez para servir de residencia privada, quedando al poco tiempo abandonado. El edifico todavía conocería otros dueños, que lo tuvieron en el más completo abandono hasta que en el año 2002 es adquirido por D. Antonio Acha Martín, con el objeto de reconstruirlo y ponerlo de nuevo en funcionamiento.

Desde el 2006, año en el que finalizan los trabajos y hasta la actualidad, se han ido realizando pequeñas actuaciones e intervenciones en función de las necesidades del negocio, pero siempre intentando conservar la volumetría original del edificio.

Las reformas y mejoras son constantes, siempre respetando el edificio original así como el entorno natural donde está enclavado. De ahí que esté previsto continuar con una ampliación de la oferta de alojamiento y recuperar la zona de cuadras para albergar suites.

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