Gregorio Martínez: “El primer deber del amor cristiano es la justicia”

 El obispo de Zamora llama a la adoración y al compromiso con los pobres en el Corpus Christi
El obispo de Zamora llama a la adoración y al compromiso con los pobres en el Corpus Christi

El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, ha publicado una carta pastoral con motivo de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo (Corpus Christi), que se celebra el domingo 29 de mayo y que es el Día de la Caridad. En la misiva, titulada “Nuestra huella: ser misericordiosos”, el prelado invita a vivir con fe esta jornada, ya que “la Eucaristía es el gesto máximo de la misericordia entrañable de Dios por sus hijos”.

Una fiesta que trae consigo, explica, un trato muy determinado a los hombres que “están esperando que descubramos su vulnerabilidad, que nos acerquemos a ellos con verdadera compasión, y que les socorramos con nuestra generosidad”, y que son especialmente “los más desvalidos y marginados”.

En la carta pastoral monseñor Martínez Sacristán comenta lo que propone Cáritas: “Ama y vive la justicia”. De esta forma, afirma, “el primer deber del amor cristiano es la justicia, ya que caridad y justicia no se contraponen, sino que se complementan entre sí”, basándose en el principio del destino universal de los bienes. Los creyentes deben vivir “abriendo los ojos para descubrir la realidad de las otras personas” y, junto a esto, “mirar a los otros con los ojos compasivos de Dios”.

El obispo también señala que “en medio de una cultura que excluye a los más pobres, hasta considerarlos un desecho, es urgente tomar conciencia de que son personas, y que gozan de los mismos derechos y deberes que el resto de la humanidad”. Y reconoce el gran trabajo que hace Cáritas Diocesana de Zamora, que “está dejando una ‘huella’ muy ejemplar en medio y a favor de nuestra sociedad zamorana, por ello, a todos los católicos, nos reclama y nos corresponde involucrarnos más, no sólo con ella, sino también en ella”. Se refiere, en concreto, al voluntariado a nivel parroquial, arciprestal o diocesano.

Reproducimos la carta íntegra a continuación.


NUESTRA HUELLA: SER MISERICORDIOSOS

CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE ZAMORA EN EL CORPUS CHRISTI Y DÍA DE LA CARIDAD 2016


    Muy queridos hermanos el Señor Jesucristo:

    Convocados por Jesús, el Rostro Misericordioso del Padre Dios, los católicos celebramos el domingo, 29 de mayo, una fiesta con mucho contenido y con gran significado: el Corpus Christi, que a la vez, está designado como el Día de la Caridad, ya que la Eucaristía y el Amor cristiano están recíprocamente vinculados. Qué júbilo nos genera festejar junto a los demás cristianos, tanto en nuestras iglesias como en nuestras calles y plazas, que Cristo se hace presente en el Pan consagrado para ser el alimento que nos nutre y nos sostiene en nuestra vida creyente, y al que nos atrevemos a mostrar con piadosa adoración para que todos lo conozcan, lo amen y lo imiten.

    Por ello os invito, a todos los miembros de nuestra Iglesia Diocesana de Zamora, a que celebréis con verdadera fe esta jornada eminentemente eucarística, participando con todos los integrantes de vuestra familia en la Santa Misa de este hermoso día, y acompañando con devoción el Cuerpo sacramental del Señor como prueba de gratitud.

    Celebrar, recibir y adorar el Santísimo Sacramento, vivencias destacadas en el Día del Corpus Christi, significan reconocer que en él está el mismo Señor Jesús, el cual entregó su vida amorosamente por la salvación del mundo. Por ello la Eucaristía es el gesto máximo de la misericordia entrañable de Dios por sus hijos: todos los hombres. Por lo cual esta jornada está dedicada a redescubrir, implorar y dejarnos llenar de la Caridad de Dios, que se ha hecho carne en Jesús, y ha llegado al extremo en su Pascua. En este sentido recordamos cómo en la enseñanza y en la vida de Jesús se nos hizo palpable que la caridad de Dios, humanada en Él, tomaba la forma de palabras y de gestos llenos de misericordia, hasta incluso llegar a decir que Él mismo se identificaba con los hombres necesitados que estaban requiriendo nuestra ayuda misericordiosa.

    Esto implica que este Día de la Caridad también lo podemos considerar como la Jornada del Amor cristiano hecho Misericordia concreta con los muchos hombres y mujeres, que siendo hermanos nuestros en el Señor, están esperando que descubramos su vulnerabilidad, que nos acerquemos a ellos con verdadera compasión, y que les socorramos con nuestra generosidad. En esta dinámica nos corresponde comprender y celebrar provechosamente el Corpus Christi, integrado en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, para que, sintiéndonos agraciados por el amor misericordioso de Cristo, lo expresemos y ejercitemos, sobre todo, a favor de los más desvalidos y marginados.

    Para orientarnos a vivir con pleno sentido este Día de la Caridad se nos propone desde Cáritas, que es la misma Iglesia promoviendo y ejercitando organizadamente la caridad cristiana, un objetivo que nos conciencie, movilice y comprometa : “Ama y vive la justicia”. Con esta invitación se nos está recordando que el primer deber del amor cristiano es la justicia, ya que caridad y justicia no se contraponen, sino que se complementan entre sí, tal como afirmaba San Juan Crisóstomo: “es preciso satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de la caridad lo que ya se debe a título de justicia”. Por ello, ejerciendo la caridad estamos desarrollando, en primer término, la justicia, de tal manera que así asumimos y verificamos lo que exhortaba con clarividencia el Concilio Vaticano II: “Dios ha destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia, inseparable de la caridad” (GS 69).

    Para concretar esta apuesta de Cáritas a favor de la justicia, buscando la defensa y aplicación de los derechos fundamentales de todas las personas y los pueblos, nos apremia en esta Jornada de Caridad, además, con este doble imperativo: “Practica la justicia, deja tu huella”. Esto supone que Cáritas nos propone que desarrollemos nuestra vida desde estos cuatro pasos: abriendo los ojos para descubrir la realidad de las otras personas, sobre todo de los que pasan hambre, los que están solos, o los que han sido abandonados; cultivando nuestro interior para sentirnos amados por Dios y, así, llegar a mirar a los otros con los ojos compasivos de Dios; salir al encuentro de cuantos viven en situaciones de necesidad, movidos por la fraternidad y la gratuidad, según el ejemplo de Cristo; y practicar abundantemente la justicia, denunciando las múltiples injusticias que pueblan nuestro mundo y ejercitando cada día gestos de misericordia.

    Así este Día de la Caridad nos está interpelando acerca de la “huella” que cada uno personalmente, y a la vez eclesialmente, queremos plasmar y dejar con nuestra vida. Una “huella” que por nuestra parte los cristianos ha de estar caracterizada siempre por la caridad, expresada en actuaciones y proyectos impregnados de misericordia con los más desfavorecidos del tiempo presente. Ya que, en medio de una cultura que excluye a los más pobres, hasta considerarlos un desecho, es urgente tomar conciencia de que son personas, y que gozan de los mismos derechos y deberes que el resto de la humanidad.

    Mirando con objetividad la abundante vida de nuestra Cáritas Diocesana podemos afirmar orgullosos que está dejando una “huella” muy ejemplar en medio y a favor de nuestra sociedad zamorana, por ello, a todos los católicos, nos reclama y nos corresponde involucrarnos más, no sólo con ella, sino también en ella. Además de que conozcamos con más detalle los diversos y efectivos programas que está desarrollando en bien de los más necesitados, tanto con niños, jóvenes, familias como mayores, también nos debemos sentir urgidos a acrecentarla con nuestra implicación personal. Reconozcamos que cada uno de nosotros encontramos un espacio concreto donde dejar nuestra “huella de misericordia”, ya sea colaborando generosamente en nuestra Cáritas parroquial, arciprestal o diocesana. Así como os recuerdo la necesidad de seguir promoviendo en toda nuestra Diócesis el voluntariado de Cáritas con jóvenes y adultos.

    Quiero, también, expresaros mi intenso agradecimiento a tantos cristianos que, muchas veces anónimamente, os esforzáis por comprometeros con nuestra Cáritas, testimoniando así que la vida más feliz y fructífera es ser misericordiosos como Cristo.

    Recibid, con todo mi afecto, mi saludo fraternal y mi bendición.

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