A eso de las diez de la noche, apenas dieciséis horas después de salir de Zamora, la expedición del MMT Seguros regresó a la capital del Duero con dos puntos más en la mochila y con una alegría que aligeraba el peso de las más de nueve horas de autobús que sus miembros llevaban encima. La victoria en Pamplona da alas a un grupo que, desde el convencimiento y la fe en su propio trabajo, sigue amarrándose con fuerza a la Asobal, cada vez más concienciado de que la élite, y no otro lugar, es el sitio que le corresponde.

Una vez más, el bloque del MMT Seguros demostró que está hecho de otra pasta. Entregados a la causa, los jugadores creyeron siempre en sus opciones, se agarraron al partido de una forma emotiva y cambiaron la condescendencia por la tensión y, finalmente, por la decepción en los rostros de un rival atónito. Como ocurrió en Zamora, los pistacho se exprimieron durante sesenta minutos hasta sacar provecho de su esfuerzo. Nadie se acordó del encuentro ante Aragón. El trabajo psicológico resultó impecable.

También fue intachable el comportamiento y el rendimiento de algunos de los pesos pesados del vestuario. Sin ir más lejos, Octavio Magadán, negado por la defensa el sábado anterior, tomó las riendas del ataque de los hombres de García Valiente desde el primer minuto en la Catedral. El leonés asumió los galones igual que lo hizo atrás Jortos, sobre todo en la segunda parte. Los gestos, las indicaciones y la intensidad del capitán contagiaron a sus cinco compañeros de campo, que no permitieron un solo gol sencillo.

El bloque atrás y la paciencia arriba permitieron a Camino culminar el triunfo en una acción final para el recuerdo. Con el banquillo en pie, el extremo se elevó mientras todo el pabellón clavaba sus ojos en la pelota. Cuando cayó al suelo, antes de iniciar su carrera hacia el resto de sus compañeros, el joven jugador pistacho ya era consciente de que su gol valía el partido. Aquel fue su sexto tanto en el encuentro; el vallisoletano fue una bendición en ambos lados de la cancha.

Los abrazos y los gestos de rabia se sucedieron a continuación, mientras los familiares y amigos que se habían desplazado a Pamplona aclamaban a los hombres de García Valiente. No fueron los únicos. Al llegar a Zamora, una treintena de aficionados esperaba frente al Ángel Nieto para agradecer a los jugadores su esfuerzo. No hubo recompensa mejor. Uno por uno, hinchas y miembros de la expedición del MMT Seguros se fundieron en una gratitud mutua que expresa a la perfección la profundidad del sentimiento de un equipo con mayúsculas, que sigue compartiendo con sus allegados los éxitos en Asobal.

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