El medievo retorna al Casco Antiguo de Zamora, o al menos a una situación muy parecida a lo que la sociedad actual imagina como la vida cotidiana en la Edad Media. Con los cielos engalanados y con una ambientación perfecta, el Mercado Medieval ya está en marcha. El suelo pedregoso, la estrechez de las calles, la concurrencia de los visitantes y los templos que el viandante se encuentra durante el recorrido hacen sencillo al espectador involucrarse en un escenario idílico.

Idílico porque cuenta con todas las ventajas de la Edad Media y prácticamente ningún inconveniente. Inconvenientes que en aquel tiempo tenían mucho que ver con el olor pestilente que emanaba de las calles. En este caso, la visita por el Casco Antiguo supone no solo un paseo visual por el medievo, sino un paseo de muchos más sentidos. El olor a plantas aromáticas inunda la Plaza Mayor. Poco más adelante, en la Plaza Viriato, el olor predominante es el de las tabernas cocinando a la lumbre chorizo o costillas. A partir de ahí, todo tipo de perfumes, de jabones y flores.

Otro sentido que se pone en alerta paseando por el Mercado Medieval es el del oído. Los pasacalles, acompañados de trovadores y malabaristas, inundan de melodías armoniosas las calles del Casco Antiguo. Se trata sin duda de un extremo clave para terminar de introducir al visitante en la Edad Media.

Además, los artesanos del cuero, de los metales, del cristal, o los artistas de la pintura, las esculturas o el textil se afanan por convencer al visitante de que cuentan con una pieza única y por lo tanto necesaria de adquirir. También sorprendente y atractiva resulta la exhibición de cetrería. De hecho fue la actividad más concurrida durante la primera jornada de apertura del Mercado Medieval.

En definitiva, Zamora contará durante este fin de semana con una mini ciudad dentro de la capital; una mini ciudad congelada en el medievo, con sus olores, sus sabores, sus sonidos y su vistosidad.

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