El cambio climático disminuirá el rendimiento de trigo en un 10% en Zamora

Así se desprende del estudio ‘Empieza la cuenta atrás’, presentado por COAG, sobre el impacto del cambio climático en el campo español, que pierde ya cada año el 6% del valor de su producción

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 Campo de cereales
Campo de cereales

El cambio climático disminuirá los rendimientos de dos cultivos claves para el campo de Castilla y León durante las tres próximas décadas. En concreto, la producción de girasol caerá en torno a un 23 por ciento y la de trigo un 10 por ciento en un escenario de subida media de la temperatura en dos grados para 2050.

Así se desprende del estudio ‘Empieza la cuenta atrás’, presentado hoy por la organización profesional COAG en Valladolid, y que analiza el impacto del cambio climático en el conjunto del campo español, que ya pierde cada año, según dicho estudio, un seis por ciento del valor de su producción, más de 550 millones de euros.

El responsable de Riesgos Agrarios de COAG a nivel estatal, Pablo Resco, fue el encargado de realizar y presentar el estudio para, desde un enfoque divulgativo, “acercar a la sociedad el porqué de entender el cambio climático como uno de los grandes riesgos” a través de datos científicos con los que componer un “puzle completo” cuyas piezas “apuntan todas en el mismo sentido: el cambio climático ya está aquí y, si no se actúa pronto, los daños van a ser mayores”.

Resco comenzó contextualizando lo que es el cambio climático, entendiéndolo como el aumento “de forma drástica” de las temperaturas durante los últimos cien años como resultado de “la influencia del ser humano”, que ha afectado a dicho aumento “en más de un 95 por ciento”, principalmente por el aumento de las emisiones de CO2, que suponen dos tercios de la subida de los termómetros.

Así, en la actualidad, se alcanzó un aumento de más de un grado que puede llegar a 1,5 grados en la década de los años 30 de este siglo y, con el peor escenario de los posibles, aumentar en cinco grados a finales del siglo XXI. No obstante, Resco matizó que el más probable, que apunta a una emisión de gases de efecto invernadero “similar a la actual”, la temperatura media mundial subiría dos grados para el año 2050 y en el entorno de los tres grados a finales del presente siglo.  

Todo ello afectaría a España con un aumento de las olas de calor, con un incremento de entre dos y 3,3 grados de temperaturas máximas de media, pedriscos más fuertes y frecuentes, una mayor incidencia de la sequía “que podría aumentar diez veces con esos dos grados de más”, y una mayor aridificación, con 250.000 hectáreas en peligro de desertización en todo el país, que conllevaría un aumento en el coste estimado de los fertilizantes de 60 millones de euros y la posible pérdida de un 7 por ciento del PIB con respecto al Producto Interior Bruto potencial esperado.

Consecuencias en los cultivos

Todo ello tendría como resultado unas consecuencias en cultivos como el viñedo, el olivar, el cereal y la dehesa, en los que se fija el estudio “porque ocupan una gran parte de nuestra agricultura y funcionan como un buen termómetro de cómo puede impactar” el cambio climático a partir de “modelos parciales, que se basan en la evolución de las temperaturas y las precipitaciones pero no en otros factores intermedios como las plagas o los fenómenos meteorológicos adversos, como el pedrisco”, por lo que los datos de producción previstos “podrían verse modificados” también por la no inclusión de medidas de adaptación o de mitigación del cambio climático.

En concreto, con respecto a los principales cultivos de Castilla y León, en relación al viñedo, el estudio estima beneficios ante el aumento de las temperaturas y la disminución de la precipitación como la existencia de periodos activos más largos y menor riesgo de heladas primaverales en el sur y el oeste. Sin embargo, son más los efectos negativos: aumento del estrés térmico, disminución de la calidad de la uva, aumento del grado alcohólico, exceso del desarrollo vegetativo frente al productivo, mayor riesgo de incendios y aumentos de daños por plagas y enfermedades, lo que conllevaría una disminución en los rendimientos de hasta un 20 por ciento aunque “principalmente en el sur peninsular”, afectando no obstante “también a determinadas zonas de Castilla y León”.

En cuanto al cereal, el estudio encabezado por Pablo Resco también contempla como efectos negativos del calentamiento global el aumento del estrés térmico y de los daños por plagas, así como un mayor riesgo de incendios y un aumento de la demanda de agua en regadío, junto a una mayor erosión y más daños en las plantas por inundaciones o pedriscos. Por último, se reduciría la calidad del trigo, frente a dos únicos beneficios: el incremento de la fotosíntesis y una mayor eficiencia en el uso del agua por el aumento de la concentración de CO2.

Esta situación conllevaría unos cambios porcentuales en el rendimiento del trigo que Resco cifró en pérdidas de producción del cuatro por ciento en la próxima década, en un escenario de aumento de la temperatura media en 1,5 grados, que subirían hasta un -10 por ciento en 2050 con un aumento medio de dos grados. Peor sería la situación en el cereal, con una disminución de los rendimientos del 23 por ciento en tres décadas, mientras que otros cultivos, como el maíz o la remolacha “aguantarían” gracias al regadío.

No obstante, todas estas circunstancias tendrían “efectos en la alimentación mundial” con un aumento de la demanda de entre un 35 y un 50 por ciento hasta 2050 que, por la pérdida de rendimientos en determinados cultivos, provocaría “más tensiones, volatilidad y un precio mayor” que iría desde el tres por ciento del maíz hasta el 30 del trigo, con el resto de cultivos en un punto intermedio entre estos dos parámetros.

Por último, Resco también se refirió a la dehesa por los peligros del calentamiento global en este hábitat, generando un aumento del estrés hídrico, un crecimiento de los daños por plagas, un mayor riesgo de incendios, un agotamiento de los pastos y un decaimiento de los bosques, lo que conllevaría la caída de la producción de forraje, la pérdida de la calidad y el aumento de la erosión. De hecho, el hábitat idóneo de la encina, que hasta ahora está prácticamente arraigada en toda la Península Ibérica, pasaría a estarlo solo en el norte y en zonas montañosas del cuadrante noroeste, disminuyendo su presencia en el sur y centro peninsular y en la meseta castellana.

Mitigación frente a adaptación

Pasó a continuación Resco a definir las “piezas clave para la adaptación” al cambio climático, como son el regadío, que no obstante tendría “cada vez más problemas porque las reservas hídricas se reducirían entre un tres y un once por ciento”, y los seguros agrarios, que también en el futuro “podrían tener dificultades para ofrecer una cobertura asequible por el incremento del riesgo y porque el rendimiento será cada vez menor”. Por último, también apuntó hacia un cambio en los sistemas de manejo para lograr “siembras más tempranas y nuevas variedades”.

No obstante, Resco advirtió que estas herramientas “pueden funcionar muy bien” si se logra mitigar el cambio climático y reducir el aumento de temperatura hacia las previsiones “más moderadas”, pero “con cambios más drásticos de temperatura, a partir de los dos grados, las costuras se notarán cada vez más”, por lo que abogó por “conseguir que los efectos del cambio climático sean menores con un aumento de la temperatura menor al que se pronostica”. Y es que “el coste de no hacer nada y adaptarse será mucho mayor que tomar medidas ahora para la mitigación” del cambio climático.

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