La catedral de Zamora ha celebrado hoy su 850 aniversario con una celebración eucarística presidida por el obispo de la diócesis, Monseñor Fernando Valera, en la que han participado todas las parroquias de la diócesis. Este aniversario, que ha convocado a autoridades civiles y militares, miembros del clero, religiosos, cofradías y fieles marca un hito en la historia de la ciudad y su iglesia madre, consagrada por el obispo Esteban el 15 de septiembre de 1174. La catedral, testigo de ocho siglos y medio de fe y tradición, sigue siendo un emblema de espiritualidad y cultura para toda la diócesis.
La celebración comenzó con un rito simbólico de gran profundidad espiritual. El obispo recorrió el templo para ungir, incensar y asperjar sus muros. De esta manera, recordó su dedicación como lugar sagrado. Estos actos simbolizan la santificación del edificio y su consagración continua como espacio de oración y encuentro con Dios, siguiendo la tradición que ha marcado la vida de la catedral desde su consagración original en 1174.
En la homilía de Monseñor Valera subrayó el profundo significado espiritual de la catedral. Más allá de ser un majestuoso edificio de piedra, el obispo resaltó que este lugar está impregnado de vida y espíritu, y que desde su consagración ha sido un lugar dedicado a Dios. "Este espacio sagrado tiene incrustadas en sus piedras el Crisma Santo, es un lugar con alma, con Espíritu, con Vida".
Asimismo, el prelado destacó que la catedral es "un espacio donde, desde la salida del sol hasta su ocaso, se alaba el nombre del Señor". Durante siglos, ha sido un lugar de oración continua y de encuentro con Dios a través de la liturgia. "Durante siglos, ha vivido en sus entrañas de Iglesia madre, como sus hijos han celebrado la presencia viva de Jesús a través de la liturgia que la sostiene", añadió Monseñor Valera, destacando el papel vital de la liturgia en la vida de la iglesia y de los fieles, como punto de unión entre lo humano y lo divino.
Reflexionó Fernando Valera sobre el sacramento del Bautismo, mencionando el desafío que enfrenta la sociedad actual para recuperar el sentido de trascendencia y el anhelo de vida eterna. "El drama del hombre actual es la pérdida del gusto por la vida eterna", expresó, haciendo eco de las palabras del monje benedictino Dom Gérard. Monseñor Valera invitó a todos los presentes a redescubrir la belleza y la plenitud de vivir la vida en clave de eternidad, afirmando que la liturgia tiene el poder de "quitar la capa de plomo de nuestro mundo materialista y de infundirle de nuevo el gusto por la vida eterna".
El cierre de la homilía estuvo marcado por una llamada a la comunión y a la misión, haciendo especial hincapié en el sacramento de la Eucaristía. El obispo afirmó que en la Eucaristía se manifiesta el misterio de la comunión entre Dios y la humanidad: "Nos hace comunión". Este misterio, que simboliza la unión esponsal entre Cristo y la Iglesia, también se refleja en la propia arquitectura de la Catedral, que durante 850 años ha sido "un lugar donde cielo y tierra se unen", una metáfora poderosa del papel espiritual que ha jugado y sigue jugando en la vida de la comunidad diocesana.
Monseñor Valera concluyó con un mensaje de esperanza, animando a los presentes a convertirse en "rostros de esperanza", recordando que "Dios todo lo puede: perdonar, redimir y sanar". Insistió en que este aniversario no solo debe ser una celebración de la historia pasada, sino una mirada hacia el futuro, comprometiendo a todos a continuar con la misión de la Iglesia en Zamora. "Somos una Iglesia de comunión y misión que camina en sinodalidad, iluminada por la Palabra y fortalecida en la Eucaristía", subrayó el obispo.
La jornada conmemorativa continuó con la intervención del grupo local de Coros y Danzas "Don Sancho" a las 19:15 horas en el atrio de la catedral, en una celebración que sigue un programa extenso de actividades. Conciertos, conferencias históricas, visitas guiadas y celebraciones litúrgicas forman parte de los actos que pretenden resaltar tanto el patrimonio artístico de la catedral como su relevancia como el corazón espiritual de Zamora. La celebración del 850 aniversario no solo invita a mirar hacia la historia, sino también a reflexionar sobre el papel de la catedral en el presente y el futuro de la diócesis.
Este aniversario se presenta como una ocasión única para todos los fieles y ciudadanos de Zamora para recordar y honrar la rica historia de su catedral, un "testimonio de fe, esperanza y amor", como recordó Monseñor Valera en su homilía, y un símbolo de la trascendencia espiritual que ha marcado a generaciones de creyentes.
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