Castella honra la tauromaquia cerrando la Feria de Zamora con un indulto

La decepción de las ausencias de Roca Rey y Talavante solo duró un minuto, el tiempo que tardó Diego Ventura en arrancar el primer aplauso del respetable, que llenó dos tercios de entrada de la monumental zamorana. A partir de ahí, una tarde para recordar con un Ventura que mostró su rejoneo más llamativo, un Ferrera que volvió a demostrar el enorme momento de toreo que atraviesa y un Castella que estuvo superlativo para demostrar que no quería asumir el mero papel de sustituto, sino de protagonista puro. Castella abrió la puerta grande tocando pelo en el primero y consiguiendo el indulto de su segundo. Los astados de Guiomar Cortés de Moura para Ventura ofrecieron un buen rendimiento; mientras que los de Puerto de San Lorenzo permitieron ver una de las corridas más inmensas de los últimos tiempos en Zamora.

 Castella honra la tauromaquia cerrando la Feria de Zamora con un indulto
Castella honra la tauromaquia cerrando la Feria de Zamora con un indulto

Hay un dicho muy taurino que aventura decepciones cuando se levanta una expectación inusitada en torno a un buen cartel. Esa expectación es la que tenían los aficionados taurinos de la provincia con el mejor cartel de los últimos años, que lograba reunir a dos de los tres mejores toreros del momento, Roca Rey y Talavante. Nunca se sabrá qué hubiera pasado si el infortunio, en forma de lesiones, no se hubiera cebado con estos dos diestros y hubieran podido hacer faena en la segunda de feria de Zamora. Lo que sí se sabe es qué ocurrió con los dos recambios que ofreció la empresa para cubrir esos dos huecos.

Ferrera y Castella. Castella y Ferrera. Ambos tenían claro que no pisaban el albero de Zamora para ser meras comparsas en forma de sustitutos. Querían ser protagonistas. Querían demostrar su buen momento de forma, pese a que el escalafón actual los coloca revoloteando por el vigésimo puesto. Y es que cuando un torero se pone delante de un toro no hay escalafón que valga. Solo hay valentía, pasión y mucho arte. Y tanto Ferrera como Castella se encargaron de hacer olvidar a los malheridos Roca Rey y Talavante. 

Fue una faena de las de época. De las que no se recuerdan en Zamora. Y para que eso sea posible no solo tiene que haber inspiración en los toreros. También los toros deben ser de nivel. Y a fe que lo fueron. Los cuatro astados de Puerto de San Lorenzo dieron las tres cualidades que todo aficionado taurino sabe apreciar: trapío, casta y bravura. 

Ferrera volvió a mostrar las cualidades que dejó patentes en la primera de feria, e igualmente evidenció los mismos problemas. Su toreo recto, serio, elegante, sin algazaras, recuerda a ese toreo de toda la vida. Sin estridencias, sabiendo llevar al toro en cada instante, dando los pases precisos y apurando cada muletazo que destila calidad. Cada pase de pecho, cada mirada al tendido era una pizca de éxito. Tocó pelo en el primero y en el segundo de su lote apuntaba puerta grande. En ese segundo decidió ir un paso más allá. Dejó a un lado las zapatillas y emprendió una serie de naturales que terminaron de rendir a un público entregado. 

Los pañuelos ya asomaban en los bolsillos, y algunos mantenían la firme intención de que se debía desorejar al astado. Pero el acero volvió a jugarle una mala pasada. Después de hundir la espada en el primero de su lote, no pudo redondear la gran tarde por culpa de su incapacidad en esa suerte en el segundo. Hasta tres veces lo intentó y finalmente tuvo que usar el descabello. Ahí se esfumaron las opciones de puerta grande. Ferrera le debe una a los aficionados zamoranos. Y la Plaza de Toros de Zamora le debe una a Ferrera. No abrió puerta grande ni jueves ni sábado, pero en ambas su toreo sí estuvo a la altura de poder abrir el portalón de la monumental zamorana.

Lo de Castella fue una oda a la tauromaquia. Tocó pelo en el primero e indultó a su segundo toro. Cuando otro se hubiera escondido por aparecer en el cartel a última hora, él decidió no solo presentarse a la cita, sino ofrecer una de las mejores tardes que se recuerdan en Zamora. Apareció el genio galo con ganas de demostrar que su puesto en el escalafón no hace honor a su buen momento. Se gustó y el público lo notó. Las series de sus dos toros comenzaron igual. Decidió plantarse en los medios, fijo en la arena, como si un imán le impidiese moverse del suelo. Así dio sus primeros pases ante la ovación del público que estaba ávido por paladear una tarde así. Después llegaron derechazos perfectos, con dos toros que embestían con nobleza, y series al natural de tal nivel que deberían ser visionadas en cada escuela de tauromaquia. Además, y ante unos toros excelsos, se permitió el lujo de hacer varios cambios de mano que hacían eternas cada una de las series. 

A la hora de la suerte final dio media estocada en el primero, que le dio una oreja. El segundo astado volvió a los corrales y si todo va bien, y como mandan los cánones, servirá en la ganadería de Puerto de San Lorenzo como reproductor. Su regreso a corrales fue triunfal, como la despedida del torero. La plaza entera solicitó el indulto (ver vídeo). El presidente, después de alargar la faena para deleite del respetable, decidió desempolvar ese pañuelo naranja que ni los más viejos del lugar recordaban. El astado Gironero, de capa negra, de cinco años y medio y 612 kilos, fue indultado. Para algunos, un indulto algo excesivo, pero Zamora lo necesitaba. Necesitaba una tarde así. Una tarde de toreo de verdad, con dos buenos diestros valientes que dieran sentido al trabajo que la empresa realiza en cada festejo.

Por último, y aunque fue el encargado de abrir cada uno de los lotes, también de resaltar fue el trabajo de Ventura. Zamora no solo es provincia de toros, también lo es de rejones. Y otra vez más quedó demostrado. Además, la espectacularidad y la capacidad de Ventura para levantar al público del asiento volvió a dejarse notar. Que sea un habitual de las ferias de Zamora no le resta ni un ápice de interés. Ventura se quedó sin puerta grande por una mala decisión a la hora de entrar a matar en el primero. En el segundo, con una faena más redonda y con una estocada más certera, logró tocar pelo. El público, más por la entrega del rejoneador y el regusto amargo del primero por su fallo con el acero, insistió en que el presidente de la plaza permitiera desorejar al astado, pero la realidad es que era faena para una oreja y así quedo. 

Zamora, por tanto, cierra la feria taurina con una segunda corrida con muy buena entrada y con una faena que se recordará durante mucho tiempo. No estuvieron Roca Rey y Talavante, pero Ferrera y Castella honraron el toreo y el respetable lo supo agradecer.

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