Volvían los toros a Zamora y lo hacía con un cartel de prestigio para la primera de abono. Además, lo hacían estrenando horario, arrancando a las ocho y media de la tarde para evitar el calor de otros años. No obstante, no fue una jornada especialmente veraniega en la capital zamorana.
Había expectación por el gran cartel y también por la presencia de los toros del Puerto de San Lorenzo, de encaste Lisardo Sánchez. La afición de Zamora recordaba con cariño esta ganadería por 'Gironero', último toro indultado en la capital del Duero en 2017. La plaza de toros lució algo más de la mitad de la entrada con la mascarilla como principal complemento.
El primero de la tarde era para Daniel Luque, un astado bien presentado, de capa negra, que ya salió cansado y se fue rajando a medida que avanzaba la faena. Luque trató de mantenerlo en pie para que aguantara hasta el final. Fue una faena lenta, con poco ritmo, sin fuerza. Luque prácticamente desechó el capote, y con la muleta lo intentó al natural por el pitón izquierdo, pero tampoco fue suficiente. Fue al final cuando recuperó un poco la moral del astado, a medida que lo llevaba a tablas. El último lance, cambiando la muleta de mano por la espalda sin la ayuda de la espada fue clave, junto a la media estocada mortal de primeras, para que el respetable le premiara con una oreja demasiado barata.
El segundo de la tarde era para el estreno de Roca Rey. Arrancó como un ciclón el peruano ante un toro negro mulato y engatillado de cuerna. El tercio de varas no hacía presagiar nada bueno pero emergió la figura enorme de Roca Rey. Desde el capote ya se ganó a la gente, ávida de ver un buen espectáculo tras un año en blanco. Chicuelinas y largas, la última de ellas por alto, coronaba un uso excelso del capote. El público ya estaba entregado y Roca Rey salió a los medios a brindar la faena al respetable. Entonces empezaron las series con la muleta. Arrancó con pases ayudado con las dos manos, en su formato estatutario, junto a tablas, inmóvil al paso del toro. Luego llegaron las tandas largas de derechazos en los medios, alguno de ellos mirando al tendido para delirio de la afición, mientras culminaba con el pase de desprecio y algún afarolado. También respondió por el pitón izquierdo el toro, aunque con menos brío. Además, se atrevió el diestro sin la espada como ayuda, rozando con el toro constantemente y desatando una ovación rotunda por su valentía. Para finalizar, hundió la espada hasta la cruceta y la plaza se vino abajo para obligar al presidente a otorgar las dos orejas.
No tuvo suerte Pablo Aguado en el primero de su lote, un negro mulato que en el primer embiste contra el burladero quebró uno de sus cuernos. Entre el enfado de la afición pidiendo el cambio y la escasa respuesta del toro, pasó media faena sin que Aguado encontrase el camino para hacer vibrar al público. Fue una decepción absoluta de faena que se vio afectada todavía más con los tres fallos con la espada que precedieron a una cuarta media estocada que sí llevo al toro al suelo. El ímpetu del torero le permitió llevarse al menos la ovación del público.
Tras el pequeño parón para que los aficionados pudieran dar buena cuenta de las viandas, arrancaba la segunda parte con toros de Ventana del Puerto, de encaste Domecq. Daniel Luque iniciaba serie con un toro de capa negra. Fue de menos a más. Lo más destacado llegó en la segunda tanda con la muleta, con una serie de derechazos que despertaron al público tras el mal tercero. Le encontró el punto Luque en esos derechazos que repitió mientras la luz de la plaza hacía brillar las lentejuelas como fuegos de artificio en su traje. Los 'oles' siguieron al natural, aunque ese pitón izquierdo exigió más. Con los derechazos encaminó la oreja y al natural la consolidó. Sin mucho alarde, destilando toreo puro sevillano por los cuatro costados, con tandas sobrias, sin recargar, con ausencia de florituras pero humillando una y otra vez. Como en el primero de su lote, lanzó la espada para el cambio de capote por la espalda y eso le encumbró gracias a una tanda infinita que terminó de rodillas mirando al toro, cara a cara, y haciendo levantar al respetable. Erizó el bello por momentos con instantes de los que de verdad merece la pena pagar la entrada. Hundió a la primera el acero hasta la empuñadura para una faena tremenda en la que desorejó al astado y se aseguró la puerta grande con tres orejas.
La noche se cernía sobre la plaza de toros en una estampa poco habitual en Zamora en estas lides. Le tocaba a Roca Rey y el público lo sabía. Al peruano se le perdona todo y aunque empezó más discreto que en el primero con el capote, encadenó una tanda larga con la muleta para culminar con un pase de pecho que fue la vitamina que necesitaba el pueblo. Derechazos y humillando, citando de lejos al toro e incluso se atrevió con un arriesgado pase por la espalda. La faena se fue un poco larga, pero lo dicho, a Roca Rey se le perdona todo y acabó su última tanda junto al tendido siete. El peruano no sabe de presión y por eso volvió a meter el acero completo para arrodillar al astado en los medios y finiquitar una tarde redonda con dos orejas más, cuatro en total, para erigirse en triunfador de la feria.
La corrida finalizaba con un Aguado que quería reivindicarse tras su mala fortuna con un mal primer toro. Se notó desde el inicio, salió con rabia y dejando medias verónicas y chicuelinas con el capote, acabando con una rodilla en tierra como declaración de intenciones. A destacar el tercio de banderillas, que fue el más ovacionado de la feria. Con la muleta tiró de derechazos e incluso se adornó con un molinete para algarabía del respetable. Tras eso pasó al pitón izquierdo, dónde parecía que el toro respondía bien. Alargó la faena Aguado con la esperanza de alcanzar dos orejas que le permitieran hacer puerta grande. Pero otro desastre con los aceros no sólo le alejó de un posible premio de dos orejas sino que le quitó la oreja que se había ganado justamente con su toreo, marchándose de Zamora sin tocar pelo.
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