VÍDEO | La luz de las teas y el cántico convierten a Zamora en la eterna Jerusalén

La noche del Lunes Santo tiene algo mágico, místico, cuando sale a la calle el Cristo de la Buena Muerte, el hermoso Crucificado de San Vicente (Juan Ruiz de Zumeta, siglo XVI) portado en plano inclinado a ras de suelo, nuestro, tan entre nosotros que casi podemos tocarlo desde las aceras. Dios Hombre entre los hombres

2 Comentarios

Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte (25)
Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte (25)

Es la noche del silencio y el cántico, de la belleza por la belleza, del rezo y del incienso. La noche de las teas y la luz dorada de la piedra, de las salmodias del maestro Manzano y las Siete Palabras últimas de Quique Satué, que un coro de voces graves convierte en plegarias brotadas desde la tierra, desde lo profundo, a los pies del Cristo que va con los pies por delante. Mulier, ecce filius tuus. Tanto amor, tanta ternura. Es la noche de la emoción y de la fe, porque sería imposible entender sin fe el milagro de esta noche santa. Es la noche en que la muralla de Zamora representa los muros de la eterna Jerusalén. Conviértete, cantaban en la Plaza de Santa Lucía.

Noche de hábitos monacales del Císter rompiendo con su blancura la oscuridad; noche de pies descalzos y pavesas en el aire; noche de dos bombos destemplados marcando el suave bamboleo de la Cruz a golpe de corazón, como si en ese ritmo machacón, ese bajo continuo del alma, latiese toda la ciudad. A las doce en punto se abrían las puertas de San Vicente. Todo tan perfecto, tan medido, en la medianoche del sueño, en la plegaria por las vidas bien vividas, por las muertes dulces a tus brazos, Cristo que abarcas en la cruz la ciudad que te contempla ensimismada. 

Es la noche del milagro, de la contemplación y la calma, la paz última del suspiro último, un último Vexila Regis como ofrenda a puerta cerrada desde las gargantas a lo eterno, de la tierra al cielo, desde las voces del coro al corazón. Acarician, susurran, rezan, cantan. En lo hondo, desde lo hondo, sea tu pecho nuestro regazo en la hora última.

Hodie mecum eris in Paradisum. Es la promesa. Recíbenos ese día, en esta noche, Señor de la Vida, Cristo de la Buena Muerte.

Hermandad de la Buena Muerte 2023

 

Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios

Lo más leído