Verde sobre verde, puntadas de hilo y estrellas, corona de plata, lágrimas de esperanza. La madre de la Saeta eterna, la que hace que enmudezca Balborraz y la Plaza Mayor, la que hace que en Zamora se pare el tiempo al compás de La Saeta.
Madre de Cabañales, de la otra orilla del Duero donde su hijo de San Frontis llamó a la Pasión hace siete días, donde sus Dominicas la han despedido con lágrimas en los ojos pero el corazón lleno por haberla tenido tan cerca estos días.
Virgen de la Esperanza de tantas hijas de Zamora que encogen su corazón subiendo Balborraz, con el más puro de los silencios, siempre buscando algo a lo que agarrarse, iluminando con tulipas un Jueves Santo radiante.
Madre de sus hijas zamoranas de abrigo y mantilla, de peineta y guante blanco, de luto llevado con respeto, con elegancia, como solo en Zamora sabe hacerse.
Verde Esperanza bajo un sol sin nubes y sin estrellas, que todas las tiene la madre en su manto, cosidas al corazón de los zamoranos que le entonan la Salve con tulipas al aire, con el último hálito de Esperanza de que no se va a cumplir la palabra.
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