Son las cinco de la mañana y entre el bullicio de una ciudad que no duerme pero con el respeto porque una procesión está a punto de recorrer las calles de Zamora, una corneta con sordina rasga el cielo acompañada de un tambor destemplado.
Y entonces, tras el sonido del Merlú, se produce un instante mágico, sin igual en toda la Semana Santa de Zamora. La Banda de Cornetas y Tambores de Jesús Nazareno comienza a tocar y los hermanos, que este año están un poco más lejos, levantan sus cruces y muestran su alegría, su fervor, su ilusión. La Congregación está en la calle.
Mucho antes, varias horas antes, empieza la Madrugada. Cada vez que una pareja de Merlús llama en cada esquina de Zamora a los hermanos, los vivos y los muertos, a la asamblea que es la Congregación, es ya la Madrugada.
Cada vez que un cargador se pone su camisa, su fajín, su zapato negro y su pañuelo al cuello: blanco o verde incluso negro, con las imágenes de su devoción, ya es la Madrugada.
Cada vez que un niño nervioso se coloca la túnica de laval y el pañuelo al cuello, el cíngulo y el decenario y la cruz a hombros para iniciarse en una Pasión que recorren desde hace años primos, tíos, padres y abuelos; cada vez que eso pasa, ya es Madrugada.
Pero sobre todo ya es Madrugada cuando unos minutos más tarde de las 5.00 horas vuelve a sonar el Merlú con los ecos lejanos de la banda, suena un redoble de caja y levanta el Cinco de Copas. Lo hace este año acompañado del resto de pasos, formados en filas de tres, levantados todos y bailando al compás. Levanta el Cinco de Copas y suena Thalberg tres años más tarde. El himno de Zamora por antonomasia, la melodía más triste y a la vez más bella. Está en la calla La Mañana.
Jesús Nazareno de túnica pobre, de cruz invertida como símbolo de humildad, de sopas de ajo en el descanso y almendras garrapiñadas en el recorrido. De frías madrugadas y sol de mañana a la vuelta.
Madrugada del Jesús de La Caída de don Ramón Álvarez que tiene en el Viernes Santo su punto álgido. Madrugada de Redención y Las Marías, del recuerdo emocionado a Eduardo y Juanjo con los crespones en los pasos.
Mañana de cargadores, del esfuerzo desmedido hasta el calvario del Nazareno de la Congregación o La Verónica para rendirle el mayor de los respetos a la madre Soledad en forma de reverencia. Despacio, que casi no se mueva pero que baje. Un homenaje simple y rotundo.
Mañana de Mater Mea, Soledad o Perdónalos para que caminen, que no se muevan, La Desnudez o La Crucifixión cuando el sol ya empieza a pegar en Santa Clara y las calles se llenan de los que han madrugado y han recogido el testigo de los que trasnocharon.
Mañana de entrada en el Museo, con Elevación y Agonía, el último esfuerzo y también el más dulce, el momento de los cargadores para sus seres queridos, para el disfrute de los que han aguardado horas en la cola. De abrazos en el Museo y buena carrera hermano y salud para el año que viene. Año de despedidas de muchos que se pudieron reenganchar este 2022 y que entre lágrimas dicen adiós a su paso.
Madrugada de cruces al cielo cuando la Señora de Zamora regresa a su templo. De Marcha Real y de caperuces romos atados a la cruz. La Mañana es diferente.