VÍDEO | Miserere sobre unas pobres parihuelas

Jesús Yacente es conducido por sus hermanos por las angostas calles de Zamora para acudir a su entierro

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Procesión del Yacente. Foto: María Lorenzo
Procesión del Yacente. Foto: María Lorenzo

Un torrente de 200 voces rasga el silencio con el Salmo 50. Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam. Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquitatem meam. Los cinco sentidos para levitar sobre la Plaza de Viriato mientras un Jesús Yacente es llevado por sus hermanos a su funeral en unas pobres parihuelas. El entierro de Dios como un hijo más de Zamora.

San Andrés, que no Santa María la Nueva, llama a los hijos de la noche a en penitente silencio acompañar en el entierro a su Cristo Yacente.  Bajan los hachones a tres alturas por el Piñedo, alumbran los últimos pasos de Dios.

Silencio, todo es silencio en la ciudad. Una fila de hachones que tintinean sobre piedras y losas y que encienden la cálida noche del Jueves Santo donde la ciudad no se acuesta porque se alimenta el alma con un dulce Miserere antes de que el Merlú rompa el silencio y llame a sus hijos a San Juan.

Los elevados caperuces blancos, del más puro de los colores, llevan una pesada cruz de penitencia, unos clavos sobre un cojín y una corona de espinas. Cargan con el pesado dolor de un Cristo muerto sobre un sudario, cargan con la culpa de haber dejado morir al hijo de Dios. Y mientras, un torrente de 200 voces rompe la noche zamorana: Tunc acceptabis sacrificium justitiae, oblationes, et holocausta: tunc imponent super altare tuum vitulos.

Y en Santa María la Nueva, en su casa, en su templo, descansa un Jesús Yacente que recibe, uno a uno, el último adiós de todos sus hijos.

GALERÍA | Pincha aquí para ver la galería de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente

Canto del Miserere

 

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