El obispo de Zamora preside la Misa Crismal ante multitud de sacerdotes y fieles
Una celebración en la que se han bendecido los santos óleos
El obispo de Zamora, Fernando Valera, ha presidido la Misa Crismal, celebración de la eucaristía que ha congregado a una importante representación de sacerdotes de toda la provincia y que ha dado comienzo pasadas las 12.00 horas en la S.I. Catedral ante numerosos fieles.
Monseñor Valera se ha dirigido a los presbíteros que se han dado cita en la mañana de este miércoles alentándoles para seguir por el camino correcto y no dejarse llevar por las guerras del exterior de la vida sacerdotal.
No ha olvidado tampoco a los laicos que “nos sostienen con su oración y sus generosas muestras de afecto” a quienes también ha agradecido por “tanto bien” que hacen por la Iglesia.
Estructura de la Misa Crismal
En la liturgia católica es la primera celebración indicada por el Misal Romano para el Jueves Santo, previa a la Misa de la Cena del Señor, pero en Zamora –al igual que en otros muchos lugares– se adelanta un día para que puedan asistir con más facilidad los sacerdotes diocesanos, los laicos y los consagrados.
En la Misa Crismal, después de la homilía del obispo, el clero renueva públicamente ante el pueblo de Dios las promesas de su ordenación presbiteral. Tras una invitación a ese momento por parte del obispo, les pregunta tres veces a los sacerdotes presentes por su voluntad de ser fieles al ministerio recibido, y ellos responden las tres veces: “sí, quiero”. Seguidamente, invita al resto de fieles a rezar por sus ministros, recibiendo por respuesta: “Cristo, óyenos; Cristo, escúchanos”.
El momento posterior de esta eucaristía consiste en que el obispo consagra el Santo Crisma y bendice los óleos de los catecúmenos (empleado en el bautismo y en sus ritos preparatorios) y de los enfermos (empleado en la unción de los enfermos), de ahí el nombre de “Misa Crismal”.
La palabra “crisma” proviene del término griego chrisma, que significa unción (y por ello Cristo significa ungido, Mesías). Así se llama al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra este Miércoles Santo por la mañana, y que servirá para ungir a los nuevos bautizados, signar a los confirmados y ordenar a sacerdotes y obispos.
Varios ministros y fieles se acercan en procesión, desde el coro de la Catedral hasta el presbiterio, llevando tres ánforas con los óleos. En primer lugar, el obispo bendice el óleo de los enfermos, “para que cuantos sean ungidos con él sientan en cuerpo y alma tu divina protección y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores”.
A continuación, hace lo mismo con el óleo de los catecúmenos, pidiendo a Dios que éstos, los que se preparan para recibir el bautismo, “vivan más hondamente el evangelio de Cristo, emprendan animosos la tarea cristiana y, admitidos entre tus hijos de adopción, gocen de la alegría de sentirse renacidos y de formar parte de la Iglesia”.
Por último, en el interior del ánfora con el óleo preparado para el Santo Crisma, el obispo vierte un frasco de perfume y, a continuación, sopla sobre la boca del ánfora, tras haber invitado a los fieles presentes a rezar para que los que sean ungidos con él “sientan interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los frutos de la redención”. Después, con las manos extendidas, pronuncia una larga oración de consagración, que en un momento concreto cuenta con la participación de todos los sacerdotes concelebrantes, que extienden la mano derecha hacia el Crisma en silencio.
También te puede interesar
Lo último