Iniciado el mes de septiembre, los pueblos zamoranos van acogiendo a los párrocos nombrados por el obispo a principios de verano. Así, se da cuenta de las tomas de posesión de Francisco Ortega Vicente, Edgardo Ernesto Rivera y Manuel San Miguel.
Ortega y Edgardo tomaron posesión como párrocos in solidum de las parroquias de San Isidro, San Juan, Santiago Apóstol y Santa María La Mayor de Benavente, y de las parroquias de Matilla de Arzón, Santa Colomba de las Carabias, San Miguel del Esla, Villanueva de Azoague y San Cristóbal de Entreviñas. Manuel San Miguel tomó posesión de Moreruela de los Infanzones.
Estas celebraciones tienen una fuerte connotación catequética para los feligreses y la Iglesia diocesana. Los nuevos párrocos y encargados, unidos al obispo, están llamado a reunir a los fieles para enseñar, santificar y regir a la familia parroquial. La entrada del nuevo párroco por tanto es un acontecimiento que transciende el puro ámbito jurídico.
En la celebración se hace entrega de las llaves de la iglesia, del sagrario y también de la sede, desde donde presidirá la Eucaristía y otras celebraciones litúrgicas. También se hace referencia a los lugares del templo desde los cuales se celebran los sacramentos como, por ejemplo, la pila bautismal y el confesionario, espacios desde los que por mediación del sacerdote y sus colaboradores se derramará continuamente la gracia de Dios sobre los fieles.
La celebración constituye una extraordinaria oportunidad de acción de gracias a Dios. Tener un nuevo pastor es una oportunidad para renovar el ritmo parroquial y colaborar creativamente en el anuncio del Reino de Dios.
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