VÍDEO | El Cristo del Espíritu Santo abre la penitencia y el cántico

El lamento del bronce llama a la oración anunciando el paso del Cristo del Espíritu Santo, el Crucificado gótico del arrabal, como un inmenso barandales en la noche de los Dolores.

1 Comentarios

Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Espíritu Santo (17)
Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Espíritu Santo (17)

Si el Nazareno de San Frontis llamaba el Jueves de Pasión a las puertas cargando con su Cruz, Zamora entra en su Semana Santa de la mano del Cristo del Espíritu Santo, que sube desde la iglesia abacial hasta la Catedral acompañado de centenares de penitentes vestidos con hábito monacal de estameña blanca y cogulla. Centenares de palomas en el pecho, como las que pueblan los cielos y torres de Zamora. Señor del cielo y de la tierra.

El soplo del aire era desapacible, pero poco antes de las diez el huerto del Espíritu Santo, que en Zamora es el huerto de los olivos, se iba llenando de cofrades, hombres y mujeres. Es la fraternidad, la espera para que salga la procesión, el abrazo del reencuentro, siempre mirando al cielo de la primavera. Los faroles iban encendiéndose como pequeñas estrellas a ras de suelo para iluminar la noche zamorana y mostrar el camino a tantos pies descalzos.

A las diez y media las puertas de la pequeña iglesia se abrían y los penitentes salían a la calle arropando al Cristico en su desnudez, tanto frío. Ya las calles del casco antiguo se iban poblando de gente. Es la noche del bronce y del hierro que forjó con sus manos el artesano Miguel Fernández Calles; noche perfumada de incienso, noche rota por el estruendo de las carracas. Es la noche de los cardos en un Gólgota zamorano, la de los tenebrarios diseñados por Pedrero para que iluminasen las piedras del Troncoso o la subida del Mercadillo, tan estrecha y empinada. Una ciudad medieval a medida de un Cristo medieval. 

Zamora lo esperaba, las calles aguardaban su paso, el cántico del coro con las salmodias de Manzano y de Eduardo Vidal. Hasta el aire guardaba silencio con la interpretación del Crux Fidelis, ahora como la primera vez, si cada vez sobrecoge, y emociona. El árbol fiel que siempre florece. Nada tendría sentido sin los cultos previos, sin los besos que los vecinos del barrio y sus cofrades han depositado a sus pies, sin calles, sin gentes, del corazón a la madera.

Ya en la Catedral, el rezo se hizo cántico con las Lamentaciones de Jeremías y el Christus Factus Est, después de la lectura de la Pasión. Cristo acude cada año a esta ciudad para ser reo de muerte y promesa de vida, acepta la Cruz, se abandona a sus brazos. 

El camino de regreso, casi en solitario, servía para la meditación, la oración, el silencio a resguardo de las cogullas, donde quedan los secretos y las cosas que nadie sabe. A lo lejos, el tañido de una gran campana anunciaba que el Crucificado estaba en casa. La penitencia primera estaba cumplida.

Hermandad Penitencial del Santísimo Crito del Espíritu Santo

 

Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios

Lo más leído