VÍDEO | Evangelio en la calle en el nombre de la Cruz

Zamora es una mujer que se viste para los Oficios del Jueves Santo. De negro y mantilla por la mañana, de nazareno en la tarde. Es el terciopelo morado, antañón, de la Cofradía de la Vera Cruz, que envuelve el corazón y la memoria más allá de donde llegan los siglos.

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Cofradía de la Santa Vera Cruz Disciplina y Penitencia (35)
Cofradía de la Santa Vera Cruz Disciplina y Penitencia (35)

Las obras en el Museo de Semana Santa obligan este año a modificaciones. Pero siempre es lo mismo; también siempre distinto, pero la misma esencia, la misma estampa, la misma música, el mismo sentimiento. No eran los grandes portones del Museo, ni el ábside de Santa María la Nueva, pero eran las piedras doradas de San Andrés y el Seminario, la plaza donde desde por la mañana estaban expuestos los pasos, la gran representación iconográfica de la Pasión que atesoramos en Zamora.  Sólo la Cruz, la Virgen y el Ecce Homo se quedaron en el interior del templo, de donde han salido esta tarde.

Allí, con los hermanos en las calles aledañas para irse incorporando a la procesión, a las cuatro y media de la tarde la marcha "La Cruz" era una sinfonía, la apertura invariable de una procesión que nos habla de siglos, de las que hicieron grande y le dieron fama internacional a la Semana Santa de Zamora. 

Con la Vera Cruz en la calle, Zamora entra de lleno en su Semana Santa histórica, la de las grandes cofradías y los pasos, que después, ya en el siglo XX, los zamoranos supieron dotar de perfecto contenido y sentido el resto de los días hasta conformar un todo. 

La Cruz ha echado ya raíces en el suelo zamorano. La Cruz siempre apunta al cielo, a los que nos faltan, a la promesa de la vida, la esperanza ya pregonada. A su sombra, bajo sus brazos, las secuencias que ilustran la Pasión: el Lavatorio de pies, la Santa Cena de Fernando Mayoral; la Oración en el Huerto; el Prendimiento, de Torija, ese "beso de Judas que quema como el veneno; la Sentencia, de Ramón Núñez, con su maravilloso Jesús presentado como reo ante el pueblo;  la Flagelación, el popular 'Calvito', de José Fernández de la Guerra (S. XVII); el lacerado Ecce Homo (Gil de Ronza, S.XV); la Coronación de Espinas, también del zamorano Higinio Vázquez, que cumple 25 procesiones, el hermoso Nazareno (anónimo, s.XVII) y la Virgen Dolorosa, de Ricardo Segundo. 

Son los once pasos, diez de ellos a hombros, que han desbordado las calles y las han inundado de acordes fúnebres en todo su recorrido hacia la Catedral, en la vieja Rúa, en la Plaza de los Ciento, donde "Getsemaní" es principio y fin, callada memoria de los cargadores que ya no están en la tierra pero también hoy abrazan la madera. 

Ya en la Catedral, mientras en el interior se oficiaban los solemnes cultos del Jueves Santo, cargadores, cofrades, amigos y familias se unían en las tradicionales meriendas que son mucho más que eso, que son abrazos, que son encuentros, que son fraternidad.

Con la noche ya encima y las luces de sus pasos encendidas, la cofradía regresaba hacia San Andrés bordeando la iglesia de San Juan, sede canónica y casa del Nazareno, en cuya capilla de San Miguel recibe culto todo el año. Ha sido una procesión más, vivida, sentida, cumplida. Distinta, pero igual. Efímera, pero eterna. Es la verdad, el evangelio en la calle en el nombre de la Cruz.

Procesión de la Santa Vera Cruz

 

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