VÍDEO | Jesús en su Tercera Caída proclama por las calles que la muerte no es el final

La Hermandad de Jesús en su Tercera Caída ha vestido las calles de Zamora de blanco y negro desde la iglesia de San Lázaro hasta la Plaza Mayor, donde ha tenido lugar la oración, el cántico emocionado que nos recuerda que la muerte no es el final, que el mismo Jesús que pasa por las calles vencido bajo el peso de la cruz llevará a la luz a los que nos faltan

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Hermandad de Jesús en su Tercera Caída (5)
Hermandad de Jesús en su Tercera Caída (5)

Los que nos faltan. Un par de horas antes de que saliese la procesión, los miembros del coro de la hermandad depositaban en una de las columnas del viejo Ayuntamiento un ramo de flores en recuerdo de los que ya cantan al otro lado de la vida. Apenas un humilde ramo de claveles, pero un ramo con corazón. Son aquellas pequeñas cosas que hacen tan grandes los sentimientos en estos días. Nuestros ausentes siempre están, siempre regresan desde lo invisible hasta la Plaza Mayor en la tarde-noche del Lunes Santo y suman sus voces a las de su coro terrenal acompañado por la Banda de Música de Zamora. Cerrad los ojos, escuchadlos en la caricia del viento. Sólo el amor es más fuerte que la muerte. 

En los minutos previos a la procesión, por la calle del Riego y la Costanilla hombres y mujeres ataviados con túnica negra y airosa capa blanca de raso descendían hacia la iglesia de San Lázaro, sede canónica de la hermandad. En la tarde del Lunes Santo, todos los caminos conducen a San Lázaro. A las 20.30 horas, puntual, iniciaba su toque la Banda de Clarines de la hermandad y las esquilas del Barandales tocaban a procesión. 

Primero las cruces de Coomonte, tan distintas, tan variopintas. Después, la Cruz de yugos y la impresionante corona de espinas hecha con rejas de arado, una de las piezas más rotundas incorporadas a una hermandad que trajo la modernidad de la iconografía en sus tres pasos. Yugos y arados, el símbolo de la Zamora agrícola y ganadera, tierra de campesinos y pastoreo, de cereal y ovino. Son las raíces, como esa raíz de membrillo en forma de cruz que porta el hermano más pequeño. 

Ya a lo lejos se perfilaba La Despedida, la hermosa escena plasmada por Pérez Comendador. Esas manos, esos ojos, esos cuerpos apurando los últimos minutos de cercanía, de alegría, de vida. Después, Cristo pasaba vencido bajo el peso de la Cruz, aún así portentoso, sobrehumano, tal y como lo plasmó Quintín de Torre. Qué belleza de Nazareno tienen los lazarinos, qué elegancia bajo su mesa, qué orgullo de cargadores. Cerrando el cortejo, la Virgen de la Amargura de Ramón Abrantes con su mano elevada al cielo, preguntando, demandando. No hay respuesta, no hay palabras. 

La primavera en todo lo alto en una tarde templada que ha favorecido una gran afluencia de hermanos, que han acompañado a sus pasos e imágenes iluminando el camino como pequeñas estrellas al caer la noche. Una noche en la que las puertas del museo ya sólo se abrieron en la memoria de los zamoranos, finalizando la procesión en la Plaza de Claudio Moyano, en otra de las estampas inéditas que deja esta primera Semana Santa sin el viejo inmueble. En el aire, el eco de los vivos y los muertos unidos en el cántico con el obispo de Zamora, Fernando Valera, presente.  No es el final.

Hermandad de Jesús en Su Tercera Caída

 

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