VÍDEO | Jesús y Vida promete la resurrección ante los muros del cementerio

El cementerio de Zamora es un jardín de silencio donde duermen los que amamos. Jesús Luz y Vida, el Jesús de las manos abiertas, ha descendido en la tarde-noche de este Sábado de Pasión desde la Catedral hasta sus muros para prometer la resurrección a todos los zamoranos que descansan en San Atilano

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Hermandad Penitencial de Nuestro Señor Jesús de Luz y Vida (3)
Hermandad Penitencial de Nuestro Señor Jesús de Luz y Vida (3)

A las ocho en punto de la tarde los portones de la Catedral se abrían y el Barandales anunciaba el inicio de la procesión. Tras él, la Cruz de los Ausentes de Coomonte derramada sus doce lágrimas de cristal por todos los que nos faltan. Despacito, de dos en dos por el centro, los hermanos salían a cumplir un año más la procesión junto al Jesús de la Luz y de la Vida, el portentoso Jesús que navega suavemente por las calles y cuestas de Zamora, este año acompañado por representaciones de todas las cofradías, cumpliendo así su motivo fundacional, el rezo por todos los que hicieron posible la Semana Santa. 

El Jesús que cruza el Duero de la ciudad al cementerio, de la vida a la muerte, para bendecir, para abrazar, para mirar más allá de esos muros donde se alzan los cipreses como las almas de los que esperan. Allí, en el crucero, prometerá la resurrección, y el Sábado Santo, dentro de un semana, cumplirá su palabra y se pondrá en pie sobre la muerte. 

Un cuarteto de viento lanzaba al aire la preciosa salmodia compuesta por José Ignacio Petit que identifica a la hermandad, mientras el coro que dirige Manuel Alejandro López saludaba la tarde con el 'De Profundis' de Jaime Gutiérrez, que después sería interpretado también en la oración del cementerio, donde el silencio se hace música y la oscuridad se viste de blanco cisterciense. La luz y la vida frente al jardín de la noche, de la muerte. Hoy, esta noche, los muertos despiertan a la vida cuando nuestro Jesús los llama por su nombre y los acaricia en el viento. 

Las monjas de Cabañales saludaban su paso repicando sus campanas desde la clausura y la pequeña campana de San Atilano llamaba a la oración. Al pasar por su puerta, bajo el paso, un padrenuestro en voz baja por todos los difuntos que nadie sabe. Y la emoción, la certeza, de que no es madera lo que llevamos sobre los hombros, de que es el Dios Vivo el que pisa con su pie desnudo un camino de flores blancas. El Jesús de Hipólito, del corazón a la gubia. El Jesús de Miguel Ángel, que con tanto amor y tanto trabajo devolvió la calma a una hermandad herida. Qué pronto te nos has ido, presidente, amigo, eterno número uno del paso.

Nadie sabe del tremendo esfuerzo de esos cargadores que siempre serán mis hermanos abrazados a la mesa; ese pulso primero en el arco del Obispo, casi en cuclillas; del último empuje en la Cuesta de Pizarro, con las calles ya vacías cerca de la media noche y el corazón a punto de estallar al terminar el ascenso; la satisfacción, el orgullo, la penitencia cumplida, el sudor en el rostro, el pelo enmarañado. Cuántas miradas, cuántos abrazos, cuántas lágrimas, cuántas cosas ahí debajo. Hermanos siempre bajo la madera que allanáis el camino, que prestáis el paso elegante y cadencioso a nuestro Jesús. Hermanos que cargamos con la mirada, con el corazón, cuando os vemos ir con Él caminando levemente y os seguimos con los ojos y con el alma como si estuviésemos ahí debajo. 

Es el Jesús de la tierra y del cielo, Jesús de las dos orillas, de los vivos y de los muertos. Su mirada ilumina al mundo, sus manos sostienen las almas. 

Dentro de una semana resucitará por el Troncoso y mirará hacia el camposanto, ya en el silencio eterno de cada día. Tanto amor allí, tantas soledades. Las campanas de la Catedral proclamarán al mundo la promesa cumplida. Sus manos abrazarán a Zamora entera, resucitada.

Hermandad Penitencial de Nuestro Señor Jesús de Luz y Vida

 

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