VÍDEO | La llamamos Nuestra Madre porque acaba de perder a su Hijo

La llamamos Nuestra Madre, Madre nuestra, en la noche en que ella ha perdido a su hijo después de verlo crucificado y descendido a sus brazos. La llamamos Nuestra Madre porque su regazo quedará vacío cuando entregue al Hijo a la tierra y la noche del Viernes Santo es la noche de las Angustias, del corazón traspasado por espadas que nunca dejan de herir, de doler.

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Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias
Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias

A las once de la noche salía la Virgen de las Angustias de la iglesia de San Vicente, en cuya puerta románica se detenía mientras el Coro Sacro Jerónimo Aguado que dirige Pablo Durán interpretaba el Stabat Mater de Kodaly. Hace ya muchos años, era el propio Jerónimo Aguado el que recibía a la Virgen tocando en el órgano la Salve, cuando cabíamos en el templo los cofrades. Ay, cuánta verdad en aquellos días.

Antes de salir a cumplir la procesión, el obispo de la Diócesis, Fernando Valera, rezaba ante la Madre, esta Virgen tan nuestra, tan cercana, que acuna al Hijo, lo abraza y guarda en sus labios el último beso y acaricia con sus manos el aire frío de la noche, tan lejos del calor de la tarde. Qué lejos quedaba ahora el sol, tanta luz.

La noche del Viernes Santo es el abrazo y compañía más íntima, más en familia, que es donde se vive el duelo, después de la solemnidad de la tarde, del cortejo oficial. Zamora se pone en zapatillas, se quita el maquillaje, como el que llega a casa y encuentra su sitio y no necesita más. Ahí, en su regazo, es. Nuestra Madre es más nuestra que nunca porque ya le falta el hijo, porque su dolor trasciende la madera y nos empapa; porque no se separa, no reniega de la Cruz. 

Nuestra Madre es esa familia elegida, esa presencia tierna y fuerte de la madre que no se arrodilla, que no dobla la espalda, madres fuertes, madres valientes, madres nuestras, epílogo de los días grandes ya vividos, ya casi finiquitados, otra Semana Santa que se nos va sin darnos cuenta. 

Madre que ve partir a su hijo sin retorno, ahora que las madres dejarán ir a los suyos en apenas dos días, cuando esta Semana Santa finalice y Zamora regrese a la calma chicha del día a día. Ella no lo sabe, pero el suyo también regresará, se impondrá a la muerte y anunciará la resurrección junto al Duero, como resucitan a esta tierra los que vuelven cada primavera a reencontrarse con el origen de todo lo que son, la raíz, el tronco, la amorosa sombra de la madre, que cobija al mundo.

Es la noche más triste, la más dura. Zamora aguarda en duermevela, camina a su lado con pasos cansados, la arropa por las calles, la despide con el cántico y le otorga el título más bonito, más grande: Nuestra Madre. Madre nuestra, amorosa, eterna luz en la noche del Viernes Santo, acaso ya un sueño cuando la ciudad duerme.

Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias

 

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