La cuenta atrás finaliza. Los zamoranos ultiman detalles. El Mozo de San Frontis abandona este jueves su morada para cruzar por el Puente de Piedra y ascender por las empedradas calles del casco antiguo para llegar a la Catedral. El traslado del Nazareno marca el camino de once días en los que la Semana Santa convierte la ciudad y la provincia. Una conversión que radica en lo religioso pero que tiene un alcance enorme para una población muchas veces resignada a los designios de esta Zamora.
Porque durante once días Zamora conmemora la Pasión de Cristo. Se trata de un hecho eminentemente religioso, aunque en los últimos tiempos pueda haber perdido parte de esa esencia. El motivo, la realidad que persigue a Zamora. Sin grandes empresas, sin industrias que la sostengan, con escasas oportunidades fruto de diversas circunstancias. Ante esto, la Semana Santa representa el principal motor económico de la ciudad. Un motor que sobre todo ruge durante once días.
La ciudad se llena de vida, se llena de gente, se llena de zamoranos que salen a la calle para disfrutar Zamora en su estampa más atractiva, se llena también de zamoranos en la diáspora que vuelven precisamente en esta fecha para cumplir tradiciones. Porque la Semana Santa es religión, es cultura, es recogimiento, pero también es tradición. Y por todo ello Zamora también se llena de turistas. Visitantes que por primera vez conocen la Semana Santa de nuestra tierra, o que ya son asiduos al quedar prendados de la majestuosidad de las tallas, de los desfiles y del románico envuelto en tradición.
Zamora arranca la semana más importante del año. Una semana en la que siente la vida, mientras Cristo vive su Pasión