Dani Hernández, el capitán, el número siete, el niño que soñó y soñó… y lo consiguió.
Hoy ha vuelto a convertirse en un niño empapado en lágrimas, diciendo adiós a su casa. La parroquia que tantas alegrías, pero también penas, le ha dado. Su segundo hogar se ha deshecho en aplausos y ovaciones a su persona. Un jugador que ha disfrutado de pocos minutos esta temporada, pero, por encima de todo, una gran persona.
Las lágrimas de su hermano Carlos Ramos —aunque no de consanguinidad, sí de pasión— escenificaban la pena de todo un Ruta de la Plata, que hoy ha despedido a una de sus grandes leyendas. Hernández ha cerrado una etapa de veinte años, dando una más que merecida vuelta al campo para recibir el cariño de toda su afición.
El niño que soñó con vestir de rojiblanco ha llevado los colores tatuados en el corazón durante dos décadas. Un tatuaje permanente, porque, aunque no como jugador, Dani Hernández siempre será del Zamora CF.
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