50 años de la muerte de Franco | Rufo Gamazo, el zamorano que escribió el fin del franquismo

Cincuenta años después de la muerte de Francisco Franco, la mirada vuelve inevitablemente a aquel 20 de noviembre de 1975. Entre los engranajes que articularon el mensaje oficial del final de la dictadura aparece la figura discreta de un zamorano: Rufo Gamazo Rico

Imagen de Rufo Gamazo superpuesta a la de Arias Navarro
Imagen de Rufo Gamazo superpuesta a la de Arias Navarro | Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico

En el 50º aniversario del 20N, la figura del periodista de Villalonso emerge desde la letra pequeña de la historia para ocupar el lugar que siempre tuvo en ella: el del autor del texto que España escuchó aquella mañana de 1975.

La mañana del 20 de noviembre de 1975, mientras el país contenía la respiración y la radio aguardaba el comunicado oficial, un zamorano de Villalonso estaba —sin que nadie lo supiera— detrás de las palabras que marcarían el fin de una dictadura. Rufo Gamazo Rico, periodista, humanista y funcionario de larga trayectoria, escribió el discurso que leyó Carlos Arias Navarro anunciando la muerte de Francisco Franco. Cincuenta años después, su nombre sigue siendo una pieza poco conocida de aquel engranaje histórico que cambió la vida pública española.

Rufo Gamazo nació en 1923 en Villalonso, un pequeño municipio zamorano cuya escala contrasta con la que luego alcanzaría su trabajo. Formado en latín y humanidades, ingresó joven en la Escuela de Periodismo de Madrid y publicó su primer artículo a los 22 años en un medio local de la época. Era 1946 y aquel texto —“Ventura y desventura de los triperos”— anticipaba una trayectoria marcada por la disciplina del oficio y la mirada curiosa del reportero.

Su servicio militar en el Regimiento de Infantería Toledo nº 35, en la propia Zamora, lo llevó a colaborar con el diario matutino Imperio. Allí coincidió con Gila, entrevistó, hizo crítica teatral y hasta escribió comentarios del Evangelio, todavía marcado por su pasado seminarista. La normativa militar le prohibía firmar con su nombre, así que adoptó un alias que lo acompañaría durante años: “Don Puro”.

Ese joven que rellenaba crónicas locales y cultivaba secciones culturales terminaría, décadas después, redactando uno de los textos más recordados del siglo XX en España. Aquella frase —“Españoles, Franco ha muerto”— que Arias Navarro pronunció, salió de su pluma. Sus versiones mecanografiadas, revisadas una y otra vez en la Presidencia del Gobierno, eran fruto de un estilo preciso, directo, sin adornos: la marca de un periodista de provincias que nunca olvidó la economía del lenguaje.

Durante sus años en Imperio, cuando aún era militar en activo y la normativa le impedía firmar con su propio nombre, Gamazo adoptó el seudónimo “Don Puro”, una elección cargada de sentido que remite a un episodio poco conocido de su biografía. El alias nació tras su encuentro con Purificación de Cora Sabater, director de El Progreso de Lugo, una figura elegante y veterana del periodismo gallego cuya personalidad dejó huella en el joven zamorano. Fue un homenaje discreto, casi íntimo, a aquel periodista al que Gamazo admiraba. Décadas más tarde, sería el propio José de Cora quien explicaría a la hija del zamorano, Ana Gamazo, el origen de aquel seudónimo que ella nunca había logrado descifrar. Ese detalle —un alias heredado de la prensa provincial— ilumina la trayectoria de un redactor que, desde la modestia de las redacciones de provincias, acabaría escribiendo las palabras más trascendentales de la historia reciente de España: el discurso que Arias Navarro leyó el 20 de noviembre de 1975 para anunciar la muerte de Franco.

Tras su etapa zamorana, Gamazo pasó por Barcelona, donde en 1950 fue nombrado jefe de información del vespertino La Prensa. Allí escribía cada día una entrevista y un reportaje, al tiempo que enseñaba confección, tipografía y titulación en la Escuela de Periodismo del Ateneo. Sus alumnos recordaron décadas después su severidad meticulosa y su humor seco.

Firmó en medios nacionales y en cabeceras de la prensa del Estado, fue cronista de boxeo, profesor, reportero y a veces incluso vendedor de queso para completar ingresos. A mediados de los años 50 dirigió El Día de Santa Cruz de Tenerife, donde dejó una aplaudida sección, “En media columna”, y un repertorio de crónicas isleñas de notable valor literario.

Cubrió el conflicto de Ifni en 1957 como enviado especial, colaboró en revistas municipales y de cultura urbana, y mantuvo durante toda su vida un vínculo constante —aunque discreto— con Zamora y su memoria periodística.

Su relación profesional con Carlos Arias Navarro marcaría el último tramo de su carrera: asesor en la Dirección General de Seguridad, colaborador en la alcaldía de Madrid, en el Ministerio de Gobernación y finalmente en la Presidencia del Gobierno. Fue desde ese lugar —casi siempre en segunda fila, siempre redactando y afinando textos ajenos— desde donde le tocó escribir el mensaje más definitivo del régimen en su agonía.

Aquella mañana del 20N, mientras un país entero escuchaba, la voz era de Arias Navarro. Pero las palabras eran de Gamazo. Un zamorano que el poder utilizaba como pluma, pero cuya identidad permaneció oculta tras décadas de silencio institucional.

Gamazo acumuló condecoraciones civiles y militares, fue nombrado hijo predilecto de Villalonso y mantuvo actividad profesional hasta sus últimos años. Murió en 2013, ya muy lejos de aquel joven que firmaba como Don Puro sin imaginar que acabaría escribiendo un texto que todo el país escucharía al mismo tiempo.

Hoy, medio siglo después de la muerte de Franco, su nombre regresa desde el margen de la historia para ocupar un lugar quizá anecdótico, pero Gamazo siempre será el del periodista zamorano que escribió las palabras que cerraron una época.

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