Este domingo 1 de octubre, en el Parador Nacional de la capital zamorana, se dieron cita los escritores Juan Eslava Galán (premio Planeta, 1987), Javier Moro (premio Planeta, 2011) y Javier Sierra (premio Planeta, 2017) en una sesión de firma de libros única, abierta a todos los lectores de la ciudad, entre las 12:30 y las 13:30 horas. Decenas fueron los zamoranos y zamoranas que acudieron con sus libros debajo del brazo para que fueran rubricados y dedicados por sus autores en una sesión que tuvo como hilo conductor el amor por la 'ocultura', esa cultura de lo oculto que no siempre se tiene tan en cuenta y que muchas veces es donde reside el verdadero valor.
Según explicaba Javier Sierra, "estamos construyendo un nuevo modelo de aproximación a la cultura". Este, según mencionaba, "consiste en invitar a lectores de nuestros libros a puntos de la geografía española en los que pueden aprender historia, pueden vivirla y tocarla, y pueden escuchar a los autores explicarles sus libros o su proceso de investigación". Javier Moro, por su parte, contaba que su aportación en esta sesión de 'ocultura' gira en torno a los "durmientes, que son esos cuadros olvidados y que de repente te das cuenta de que tienes un Velázquez en casa".
"Hay muchas cosas a nuestro alrededor que tenemos muy vistas, pero están ocultas porque no nos las han explicado, y hace falta gente que conozca el simbolismo, la intención de los autores...", señalaba Sierra y matizaba que "ese concepto nos ha aunado a los tres para estas conversaciones". Sierra no quiso dejar pasar la oportunidad de manifestar su profunda satisfacción en su visita a Zamora, una visita que calificó rotundamente de "maravillosa".
Además, de entre todas las cosas que unen a estos tres autores, quizás hay una que sobresale por encima del resto y es su plena convicción de que el libro en formato físico ni ha muerto, ni morirá. Los tres coincidían en que "el mejor plan de fomento a la lectura en estos momentos es la programación tan deleznable que hay en televisión". "Al final tú te enamoras de lo físico, del objeto, de la portada del libro", señalaba Sierra y hacía alusión a "esa hoja seca que pones de marcapáginas y diez años después cuando vuelves a encontrártela te evoca el momento en el que la cogiste de un jardín en Zamora, y eso es irreemplazable por lo digital".

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