Ángel López, de enfrentarse a otros deportistas en los JJ.OO. a luchar contra el coronavirus

Ángel López, madrileño de nacimiento y fermosellano de sangre, dejó el rugby poco después de los Juegos Olímpicos de Río para dedicarse a la medicina. Ahora lucha, como todo el personal sanitario de una manera u otra, contra el coronavirus en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid: “Estamos en una fase difícil, pues va a costar mucho más desencerrar a la población que encerrarla”

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Participó en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 y durante dos años fue capitán de la Selección Española de Rugby 7. El exjugador zamorano Ángel López vuelve a atender a zamora24horas, pero esta vez lo hace como médico oftalmólogo residente en el hospital Ramón y Cajal de Madrid.

A sus 28 años, el Dr. López ha vivido en sus propias carnes la crisis por el Covid-19 en el centro sanitario donde lleva trabajando desde hace tres años, momento en el que tomó la decisión de dejar el deporte profesional para emprender un nuevo camino como médico, al igual que sus padres y su hermana.

¿Qué tal ha sido la adaptación de los hospitales al Covid-19? ¿Cómo lo ha vivido como oftalmólogo?
Los hospitales han sabido adaptarse muy rápido a la situación que hemos tenido que vivir. Es heroico y ejemplar la disposición que ha tenido todo el personal del hospital para ponerse manos a la obra y buscar una solución. Los primeros días, los gestores del hospital tenían que hacer cambios a diario debido a que no sabíamos el alcance de los contagios y lo que un día era necesario, al día siguiente podía no serlo o directamente no ser factible. Nosotros, como oftalmólogos, al principio tuvimos un poco de incertidumbre y no sabíamos bien qué hacer, hasta que poco a poco se nos fueron asignando puestos en el hospital y pudimos ayudar en las peores semanas.

¿Está la pandemia está más controlada?
Está, por supuesto, todo mucho más controlado. Llevamos 45 días de confinamiento y es lo esperable. Creo, sin embargo, que estamos en una fase difícil, pues va a costar mucho más desencerrar a la población que encerrarla. La invisibilidad del virus y la falta de monitorización de los puntos o focos de contagio hacen que sea vaya a ser difícil una tarea de desescalada.

Aunque el número de casos sigue creciendo por la realización de test, Zamora es una de las provincias menos afectadas. ¿Qué opina de un desconfinamiento progresivo? ¿Y en los pueblos?
Creo que el desconfinamiento tiene que ser acorde al número de casos y a las características demográficas del lugar. Evidentemente, en un pueblo es mucho más fácil restaurar una pseudo normalidad. Quizás no aglomerar a gente en los supermercados, no abrir aún los bares, pero restaurar más o menos la actividad creo que es algo que hay que ir planteándose. En un pueblo poco habitado, como tantos que hay en España, los habitantes podrían perfectamente dar un paseo si se hicieran turnos de salida de sus casas y, mientras no se relacionen con otras personas, es muy poco peligroso.

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Se ha conocido que en Fermoselle ha habido un incremento de casos positivos por coronavirus en los últimos días. ¿Tenía noticias?
Las noticias son confusas, pero sí estoy más o menos enterado. En Fermoselle tenemos una residencia de ancianos y parece que hay algún caso nuevo. El foco del virus ahora reside en las profesiones imprescindibles que salimos de casa, en especial el sector sanitario. Por eso es fundamental saber el estado inmunológico y de infección de cada persona que esté en potencial contacto con el virus, pues el número de contagiados por otros focos, con 45 días de confinamiento, debería ser muy residual.

Pasando a lo personal, ¿le ha afectado a nivel emocional esta situación?
He pasado días malos porque mi padre ha estado ingresado. En el hospital estuve tan sólo una semana ayudando con los pacientes con coronavirus, siempre muy supervisado y no tuvimos ningún caso demasiado dramático. Creo que estoy preparado para volver a la normalidad sin que me pese mi experiencia con el COVID-19.

¿Cómo ve el futuro después de esta crisis sanitaria?
Creo que aún es difícil imaginárselo. Por una parte, espero que muchos hagamos reflexión y vivamos en un mundo más de amor, de solidaridad y de cercanía con los más queridos. Por otro lado, la parte económica, sin yo ser un entendido, creo que será dramático. España vive en gran parte del turismo directa o indirectamente y es un sector que, sin duda, se resentirá mucho.

Tendremos que volver a conformarnos con menos, a valorar lo imprescindible y estar dispuestos a modificar nuestro mundo laboral tal y como lo entendíamos.

También espero que los responsables institucionales tomen medidas, aprendan de los errores y busquemos debates y soluciones más reales. Los máximos responsables deben mirar el bien de España, aunque a corto plazo no nos guste, y olvidarse de la parte clientelar y excesivamente emocional que nos invade últimamente en la política.

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