A priori, pueden parecer criterios semejantes. Sin embargo, el papel de la persona colaboradora en las dos situaciones resulta clave para su diferenciación. Tal y como explicaba el presidente de la asociación DMD el pasado miércoles, en la eutanasia, cuyo significado originario es “buena muerte”, el colaborador “da la muerte”. Es decir, pone fin por sus propios medios a la vida del enfermo deliberadamente. 

Por el contrario, en el suicidio asistido, “el colaborador procura los medios pero es el propio ciudadano quien se da la muerte”. Montes ejemplificaba esta explicación con el caso de Ramón Sampedro, tetrapléjico gallego que fue ayudado en su muerte por Ramona Maneiro. Su amiga le facilitó el acceso a la mezcla de agua y cianuro pero no se lo proporcionó de forma directa.

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