La arqueología implica también un estudio de las relaciones de los seres humanos con la fauna y flora a lo largo del tiempo por lo que, desde un punto de vista histórico, desproveer de arbolado a la zona de las Vegas, tal y como pretende el Ayuntamiento de Zamora, es un grave error que no se justifica con el simple hecho de “dejar a la vista” la muralla.
Desde un punto de vista estético esta medida también cae en el desacierto: la subida a la puerta de la traición forma parte del imaginario de Zamora y la existencia de fronda es parte de este imaginario. Cabe recordar que si algo define a la ciudad de Zamora es la magia de encontrarse con sorpresas a cada paso y no la exposición de las mismas al estilo Disney. La belleza de Zamora está en sus rincones, en sus interiores y en la armonía de sus construcciones.
Aun dándose el caso de que la muralla necesitara ser vista desde una determinada distancia para atraer turistas, resulta lamentable que la conservación del Patrimonio tenga que regirse por una dudosa mayor rentabilidad de los monumentos y no por el rigor técnico. No hay ningún argumento estético que dicte que la arenisca de las murallas casa mejor con un césped -que sin duda no existía en la Edad Media- que con unos jardines que activan nuestras reminiscencias románticas como visitantes. Cabe recordar que los jardines, en general, tienen también un lugar destacado dentro de este Patrimonio, y en el caso que nos atañe se trata de un pequeño pero longevo jardín con ejemplares singulares como tejos, secuoyas, laureles y otros árboles más humildes, pero que son un relato de la pervivencia de la propia muralla dentro de la ciudad.
Por último, y desde el punto de vista de la biodiversidad, es evidente la importancia de estos jardines dentro de un contexto urbano que, poco a poco, se ha visto desproveído de los espacios dedicados a huerta en sus alrededores. Además del porte de algunos de los árboles y la variedad de la flora, en ellos habitan numerosas especies de aves, reptiles e insectos que encuentran aquí su hábitat.
Uno de los caminos de lucha contra la crisis climática que ya padecemos es, precisamente, la re-naturalización de los espacios urbanos, como una manera, también, de dar ejemplo y crear conciencia en los habitantes de la ciudad y desde las instituciones.
Si para ello hay que renunciar a divisar un lienzo de la muralla desde un automóvil o un autobús turístico, merecerá la pena acercarse un poco más y comprobar la capacidad que poseen los árboles para aportar frescura, sombra o refugio y propiciar también el encuentro con el lienzo fortificado.
No son los árboles, Señor Alcalde, quienes impiden ver las murallas de Zamora, sino más bien el punto de vista elegido, una mirada monumentalista que condena al resto, a esa fronda que además hoy necesitamos más que nunca para enfrentar el calentamiento global.
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