Mirar atrás y ya no ver nada. Mirar hacia delante y solo ver la insondable y densa niebla de la incertidumbre, con la única luz de la esperanza de un futuro mejor. Acabar llegando a un país completamente desconocido, sin recursos y sin ningún camino que recorrer y teniendo que construir el suyo para poder volver a hallar un faro que pueda guiar o te dé una sensación de estabilidad. Ese faro fue el que encontró en Zamora Katia, una mujer de 27 años que, con la esperanza de construir un futuro más prometedor, dejó atrás todo lo que hasta agosto de este mismo año había construido como vida en su Cuba natal y se enfrentaba a un nuevo camino plagado de intrincadas vicisitudes que superar.
"Para mí fue muy duro dejar atrás a mis hijas, mis padres, a mi familia y amigos", explica Katia respecto al origen de una "tarea titánica, marcada por el dolor la desesperación y la incertidumbre del futuro". Con su marido incondicionalmente a su lado, llegaron a Madrid en el mes de agosto. "La primera noche, agotada de cargar nuestras maletas y buscando un lugar donde poder quedarnos, encontramos una pensión disponible", relata, pero añade que "los siguientes tres días los pasamos durmiendo en la calle".
"Mi esposo había visitado Zamora unos años atrás y entonces decidimos viajar aquí", cuenta Katia. Tras su llegada a la ciudad del Duero, fueron Cáritas Diocesana y la Casa Betania quienes disiparon esa niebla de incertidumbre en la vida de Katia y su marido, algo por lo que "tengo el más profundo agradecimiento a este centro, sus trabajadores, voluntarios y directores, que me han recibido con mucho amor, cariño y respeto, que jamás imaginé encontrar". Emocionada, Katia manifiesta que "su apoyo me ha dado la fuerza que he necesitado en los momentos de debilidad y gracias a ellos he podido vivir en condiciones dignas y gestionar mi documentación".
Katia se encuentra actualmente en un proceso formativo a través de un curso de manicura, mientras su esposo también se encuentra haciendo lo propio con un curso de fontanería. Todo el trabajo de esta joven pareja, según relata Katia, tiene un trasfondo que va más allá de un concepto de futuro. "Mi único sueño es poder volver a reunir a mi familia".
"Para mí ha sido muy duro salir de mi país", comenta a Zamora24horas. "Aquí no tengo a nadie, tuve que enfrentar la vida sola con mi esposo", y confiesa que aquellos tres días durmiendo en la calle "para mí fueron un trauma porque no sabía lo que me iba a encontrar". Ahora, con la estabilidad y el "cariño y amor que me han brindado" en Casa Betania, Katia afirma que "estoy trabajando mucho para poder cumplir ese sueño y traer a mi familia".
"Espero que mi experiencia pueda ayudar a inspirar a otros a nunca perder la esperanza y buscar siempre el camino hacia una vida mejor". Con esas palabras, Katia demuestra que es un ejemplarizante caso de lucha, de nunca desistir en un camino plagado de obstáculos y siempre caminar en pos de un sueño que para mucha gente puede parecer banal, pero para personas como Katia suponen todo un mundo, y ese no es sino poder volver a verse abrazada junto a sus hijas. Un océano las separa, pero el amor de una madre por sus hijas y su familia es la mayor de las energías para mantener viva una incansable lucha contra la exclusión residencial y poder encontrar un futuro esperanzador.
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