La hostelería zamorana llora la muerte de Lele, del Serafín
Elena Alonso Rodríguez fallecía este lunes a los 90 años. Su cocina marcó toda una época de la gastronomía zamorana como buque insignia del sector hostelero.
La hostelería hoy se ha vestido de luto y Zamora pierde a una de sus grandes maestras de la cocina, Elena Alonso Rodríguez, Lele, la mítica cocinera del recordado restaurante Serafín, que marcó toda una época de la gastronomía zamorana como buque insignia de los profesionales del sector.
El matrimonio integrado por Serafín y Lele -toda una vida juntos, impecables, profesionales- abría las puertas de su restaurante y marisquería en 1977. El Serafín era sinónimo de comida de altura y calidad exquisita, salida de las manos mágicas de Lele, siempre al pie del cañón, siempre trabajando y sonriendo, incansable, y siempre al lado de su marido.
Su barra, se convirtió en lugar inexcusable para la sociedad zamorana y parroquianos fijos, como Manolo Anta, Ildefonso Boizas, Manolo Vidal, Paco Gus, entre otros, así como funcionarios y paseantes que encontraban entre sus mesas un lugar ideal para el desayuno y el tentempié de la mañana o el chateo del mediodía, cuando chatear era sólo tomar un vino. Al otro lado, siempre la sonrisa de Javi, que tan pronto se nos fue, que siempre deslizaba un par de torreznos en el plato de mi café mañanero. No hubo nunca mejor camarero.
Sus paredes elegantes -reformadas posteriormente para entrar en el siglo XXI- y su preciosa bodega guardan aún la memoria de miles y miles de comidas, los ecos de los días de Águedas, celebraciones, susurros, pasos, conversaciones, o sus ventanales abiertos de par en par en la noche del Viernes Santo cuando Nuestra Madre pasaba por Santa Clara y los comensales -entre ellos la directiva de la Real Cofradía del Santo Entierro con Manolo de Juan a la cabeza, y los almirantes invitados a presidir la procesión de la tarde- se asomaban a contemplar el paso de la Virgen acompañada de miles de mujeres.
También los más de treinta años del grupo de amigos e intelectuales de los cocidos del último sábado de mes, como Luis Fombellida, Felipe Rodríguez, Manolo Juanes, Manolo y Emilio Roncero, Antonio Pedrero o Justo Pichel, entre otros, o todos aquellos viernes en los que la pandilla de mis padres se ponía de punta en solfa para salir a cenar mientras en la tele en blanco y negro emitían el «Un, Dos, Tres«. Probablemente Lele nunca tuvo tiempo de ver a Doña Ruperta.
Porque Lele no conocía el descanso ni las fiestas. La cocina era su casa, su templo, su vocación, su vida. Tan duro como bonito. Y de allí surgían sus famosas tortillas -con cebolla y sin cebolla-, sus revueltos iniguables, sus guisos, sus asados, sus pescados del Cantábrico de máxima frescura o aquellos buñuelos de viento etéreos que se deshacían en la boca. Comida sin alharacas, tradicional, de la tierra, pero elevada a la máxima potencia con la alquimia de su saber.
A los 90 años de edad y ya con un delicado estado de salud, Lele ha ido hoy a reunirse con Serafín, juntos de nuevo, ya para siempre. Como ellos siempre quisieron.
Zamora pierde a su gran dama de la cocina y parte de la memoria, los sabores, las texturas de una época que no existe, de tan feliz recuerdo.
Misa de funeral
La capilla ardiente está instalada en la sala VIP del tanatorio La Soledad (calle La Horta) y la misa de funeral tendrá lugar este martes 5 de marzo a las 16.30 horas en la iglesia de San Torcuato, para conducir después el cadáver al cementerio de San Atilano.
Esposa, madre amorosa; leona para los suyos, Lele se va llena de amor y deja una preciosa estela de recuerdos vinculados a la mejor mesa, besos, brindis, tantas cosas buenas.
Descansa en paz, querida Lele. Allá arriba te esperan hace tiempo.
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