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Laura Manteca: "Podría haber tantas enfermedades de Alzhéimer como personas la padecen"

Laura Manteca: "Podría haber tantas enfermedades de Alzhéimer como personas la padecen"

¿Cuál es el papel del psicólogo en una enfermedad como el Alzhéimer?

Este tipo de enfermedad tiene dos grandes afectados (el propio enfermo y la familia) y el papel del psicólogo es muy importante en ambos campos. Por un lado, el psicólogo ayuda al enfermo desde las fases iniciales a entender lo que le ocurre, a manejar las emociones, y a trabajar con él el deterioro paulatino que se va a ir produciendo en sus diferentes capacidades a través de la estimulación cognitiva y las diferentes actividades que hacemos con ellos. Por otro lado, trabajamos con la familia para que puedan conocer la enfermedad, pueda recibir un asesoramiento adecuado, ofrecerle pautas y estrategias que le permitan sobrellevar mejor la enfermedad y conseguir una mayor calidad de vida en ellos. 

¿Cómo se le ayuda a entender a un enfermo de alzhéimer lo que le ocurre?

La enfermedad va avanzando en fases y la conciencia de la enfermedad se va perdiendo a medida que la enfermedad avanza. En fases muy iniciales, las personas son conscientes de que algo les ocurre. Pueden saberlo porque se les ha dado un diagnóstico y ellos han sido testigos pero realmente no saben qué es la enfermedad. Por eso les ayudamos quizá no tanto a entender qué es lo que les ocurre sino a sentirse mejor con lo que les ocurre. Es decir, al comienzo de la enfermedad, la persona que lo padece va a sentirse frustrada, va a sentir miedo, va a sentirse insegura, que ya no vale para determinadas cosas que antes sí valía etc. Por ello cuando trabajamos con personas que tienen un deterioro inicial nuestra labor es precisamente hacer que se sientan mejor, hacerles conscientes de que todavía tienen capacidades que les pueden hacer sentirse útiles, demostrarles que no están solos en este tipo de "devenir de la vida" y potenciar su bienestar o su autoestima. No hablamos con ellos tanto de la enfermedad en sí (a no ser que ellos la demanden), sino que más bien trabajamos su bienestar, trabajamos de manera indirecta el hacerles sentirse bien.

¿Cómo se trabaja? 

Trabajamos desde niveles iniciales hasta avanzados a través de un programa de estimulación cognitiva. Por otro lado, de manera psicológica, también intervenimos con ellos a través de talleres destinados a tal fin para potenciar que ellos se sientan mejor, que se sientan acompañados, que puedan manifestar y desahogar esos sentimientos de miedo, frustración, malestar o inseguridad y poderlos canalizar de forma adecuada. 

Son niveles o perfiles muy heterogéneos lo que dificulta aun más la labor…

Claro, digamos que podría haber tantas enfermedades de Alzhéimer como personas la padecen. Cada persona es un mundo. Pese a que hay síntomas similares, la enfermedad es un continuo y, en muchas ocasiones, para ser prácticos se divide en fases y cada uno las vive de una manera, unas veces más rápido, otras más lento. Para poder trabajar con tantas personas tan dispares, trabajamos por grupos intentando que sean lo más homogéneos posibles dentro de la heterogeneidad que existe en la enfermedad. Los grupos se seleccionan en función del deterioro que presenta la persona y de diferentes características e idiosincrasias propias de la misma: edad, nivel cultural, personalidad… Todas las actividades que hacemos con ellos están siempre adaptadas a sus necesidades. Es decir, nuestra metodología es grupal pero siempre con una atención individualizada y adaptada a la persona. 

¿Cuál es la mejor forma de comunicarse con un paciente?
La comunicación es muy importante tanto para el enfermo como para la familia. El lenguaje es una de las capacidades que se va a deteriorar a medida que la enfermedad avanza. Es muy importante primero que la familia conozca que la persona va a perder iniciativa para hablar, que su vocabulario se va a ver afectado, que le va a costar encontrar las palabras, que va a repetir continuamente el mismo mensaje o que en ocasiones no va a comprender las órdenes que le pedimos. Partiendo de esta base, tenemos que adaptarnos: primero, conociendo esta sintomatología, y después cuidando el contexto en el que vamos a hablarle con ausencia de ruidos, solo una persona a la vez, intentando captar su atención y que nos observe, asegurarnos de que nos está escuchando y de que está captando el mensaje, tender a iniciar nosotros las conversaciones, dando órdenes sencillas, modular el volumen, tono y ritmo. Asimismo, también tenemos que cuidar el lenguaje no verbal. Tan importante es lo que decimos como el cómo lo decimos. Siempre tenemos que dirigirnos a ellos en un tono adulto, cercano, evitando tener una carga de autoridad o de orden.   

Es cierto que muchas veces se tiende a infantilizarles...

Sí, en ocasiones existe esa tendencia de que como les cuesta entender, pensamos que son niños. pero no lo son. Son adultos que han ido perdiendo esas capacidades entonces es importante que nos dirijamos como las personas que han sido aunque sí que tengamos que modular nuestra manera más sencilla utilizando frases más sencillas, usando un lenguaje más lento o un tono de voz más adecuado a lo que ellos necesitan pero nunca de manera infantil porque en ocasiones lo que conseguimos es el efecto contrario: ocasionamos que se enfaden, originando discusiones e incluso pudiendo provocar algún tipo de alteración de conducta. 

¿Es bueno intentar hacerles entrar en razón?

Depende. Es bueno no discutir con ellos. Se trata de intentar comprenderles. En muchas ocasiones, a medida que avanza la enfermedad, la persona enferma es como si viviera una realidad paralela a la nuestra en la que cree que cosas que son ciertas no lo son. Entonces, cuando intentamos hacerle ver la realidad del mundo del mismo modo que nosotros la vemos, lo que creamos son discusiones, enfados, conflictos… eso nunca es bueno. En esas situaciones, lo que tenemos que hacer es relajarlos, tranquilizarlos e incluso cambiarles de tema, distraerles con otra temática alternativa para evitar que la persona sufra con algo que no es cierto y que nosotros no vamos a poder hacerles entrar en razón. 

Cada vez es mayor el número de casos... ¿y cada vez es más necesario el trabajo psicológico?

Al vivir en una población envejecida, desgraciadamente nos encontramos con más casos de personas que padecen este tipo de enfermedad. La labor del psicólogo es muy importante no solo en el ámbito de las demencias sino también en la población mayor en general y en el Centro Ciudad Jardín como en Toro pueden venir sin ningún tipo de compromiso a asesorarse. Sin embargo, no solo necesitan asesoramiento sino también un apoyo psicológico para que podamos incidir en ese bienestar, en esa autoestima, en esos sentimientos de valía que no se ven del todo reforzados y, en definitiva, en la calidad de vida tanto de las personas que padecen la enfermedad como en la población mayor en general.

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