Tras el estallido de varias bombas reales, este martes Melchor, Gaspar y Baltasar emprendían su camino hacia la Plaza Mayor pasadas las siete de la tarde. A lomos de sus camellos y dromedarios y acompañados de sus respectivos pajes, sus Majestades iniciaban el recorrido desde la avenida de la Plaza de Toros para continuar por las calles de Santa Ana y Sancho IV, bajar la Costanilla de San Antolín, subir la cuesta El Riego, proseguir por San Torcuato, cruzar por la calle Benavente, regresar por Santa Clara, atravesar la Plaza Sagasta y finalizar en la Plaza Mayor. La angostura y la pendiente de alguno de estos pasajes se hizo notar por momentos en las extremidades de los animales, protagonistas del pasacalles de esta edición, en detrimento de las carrozas. 

Un amplio despliegue de agentes veló por la seguridad durante todo el desfile cuyo dispositivo especial también se vio reflejado en la ausencia de la tradicional “lluvia de caramelos” de ediciones anteriores. Tal y como anunció en su día Francisco Iglesias, presidente de La Morana, asociación organizadora de la cabalgata, este año no se lanzarían dulces por motivos de seguridad. En su lugar, en torno a un millar de figurantes entregaron en mano cerca de 45.000 piruletas sin gluten y sin lactosa, cubiertas de un envoltorio adornado con el logo del Ayuntamiento de Zamora. 

Entre el público, disparidad de opiniones ante las novedades introducidas en la cabalgata de este año, cuyo colofón tuvo lugar en la Plaza Mayor con la entrega de las llaves de la ciudad por parte de Francisco Guarido y la recreación a cargo de sus Majestades de la ofrenda de presentes al Niño Jesús. Oro, incienso, mirra, fuegos artificiales y unas palabras de los Reyes Magos para despertar aun más la ilusión e intentar adormecer los nervios de los más pequeños en la noche más mágica del año. 

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