La lucha contra la anorexia y la bulimia aún se vive a escondidas por el estigma social: "Solo lo sabe el entorno más cercano"
Pasión Guzmán y Victoria López, de la asociación Azayb, analizan la realidad de quienes conviven con un trastorno alimentario en el Día Internacional dedicado a visibilizar esta enfermedad
Este domingo, 30 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), una serie de enfermedades —como la anorexia nerviosa, la bulimia o los trastornos por atracón— que continúan viviéndose en silencio.
La soledad y la incomprensión empeoran la ya de por sí difícil situación de las familias que cuentan con un ser querido que está atravesando uno de estos problemas. Aunque lo cierto es que cada vez se habla más sobre estos casos y hay una mayor aceptación, aún queda un largo camino por recorrer
Con el objetivo de acabar con ese terrible silencio, abrirse y contar su experiencia, nació la Asociación Zamorana contra la Anorexia y la Bulimia (Azayb) en noviembre de 2003. Ya son 22 años de historia que han dado para mucho: desde la organización de jornadas de prevención con la Universidad de Salamanca, y diversos colegios de la ciudad, hasta la publicación de un libro sobre la prevención y detección de los TCA con datos recogidos en diversos centros educativos de la ciudad.
Azayb recibe a los pacientes y sus familias. A los primeros los deriva a centros sanitarios para que sean diagnosticados de forma oficial y atendidos adecuadamente, mientras que guía a su entorno para sobrellevar el difícil y largo proceso que tienen por delante.
Pasión Guzmán es una de las fundadoras y presidenta de la asociación, mientras que Victoria López lleva ayudando allí como psicóloga desde sus comienzos. Las dos luces principales de un faro que acompaña y cobija ante el monstruo, el elefante en la habitación en el que se convierte un trastorno de la conducta alimentaria.
A continuación, cuentan parte de lo vivido durante todos estos años, ayudando a detectar un TCA, cómo se siente desde dentro y cómo se percibe desde fuera, además sus reclamaciones. Desvelan también el dolor silencioso que atraviesan tanto la familia como la persona afectada, ofreciendo una mirada íntima y detallada a ese sufrimiento que marca cada día de un proceso tan difícil. Con un solo objetivo: luchar por la visibilidad para tumbar el estigma que aún existe con estas enfermedades
El coraje de Pasión
Azayb nació en el año 2003 con el esfuerzo de tres madres desamparadas e incomprendidas que sufrían por la situación en la que se encontraban sus hijas —enfermas por un TCA—, como forma de compartir ese dolor. "Te encuentras muy sola, no hay nadie que te pueda entender ni apoyar. Desaparece todo el mundo", comienza Pasión Guzmán, presidenta de la asociación y una de esas tres madres que hace 22 años decidieron buscar una solución al problema, algo que finalmente se consiguió.
Un espacio de escucha y apoyo para las familias: esta es la labor principal de Azayb. Atienden actualmente una veintena de casos, es decir, a una veintena de familias. "No tienen un tratamiento ni un seguimiento como los pacientes", expone Guzmán. Desde la asociación, ayudan con terapia y actividades que fomentan una desconexión temporal ante el problema: "Aquí se habla tranquilamente y en el mismo idioma, porque todos hemos sufrido lo mismo."
Además, por allí han pasado psicólogos, trabajadores sociales y educadores, incluso varias enfermeras y sociólogos para realizar su trabajo de fin de grado, que han contribuido también con su esfuerzo a mejorar la vida de estas personas.
No obstante, a pesar de los avances y los intentos de visibilidad, los trastornos de la conducta alimentaria continúan ocultándose: "Es un tema que sigue siendo tabú, en muchos casos solo lo sabe el entorno más cercano. A veces llegan personas que no lo sabe ni el marido o el padre", confiesa la presidenta de Azayb. Algo que contrasta con la temible progresión de estas enfermedades, con muchos altibajos y agravantes que pueden convertir la travesía de la recuperación en un largo proceso que dura años. Por ello, destacan que es primordial una detección precoz de estos trastornos, para que el pronóstico pueda ser lo más leve posible.
En cuanto a las formas de detectarlo y posibles síntomas, Pasión Guzmán argumenta que hay que estar atentos a posibles variaciones en las costumbres de alimentación y los cambios de humor, cuando están muy arriba o muy abajo emocionalmente hablando. "Dejan de salir con sus amigos a tomar algo. O quizá al principio dicen que sí pero luego se inventan una excusa para no ir, mostrando esa inestabilidad emocional. Y las comidas familiares son terribles, es lo peor que recuerdo del proceso, porque hay muchos comentarios", recuerda.
En el caso de que esto no se perciba y la enfermedad continúe evolucionando, se pueden detectar alteraciones físicas como caída de cabello, de las uñas, piel azulada —todo ello derivado de la desnutrición que padecen—, también la inflamación de las glándulas parótidas por los vómitos provocados o la amenorrea —ausencia de menstruación—. Además, los pacientes sufren dolores por las alteraciones en el aparato digestivo y permanente sensación de frío.
El apoyo de Victoria
En el caso de la psicóloga Victoria López, mano derecha de Pasión, lleva desde los inicios de Azayb ayudando con su conocimiento y formación a pacientes y familiares que tocan a la puerta de la asociación pidiendo ayuda desesperada.
Explica en primer lugar cuáles son los trastornos de la conducta alimentaria más habituales. Entre los principales están la anorexia nerviosa —su síntoma principal es la pérdida de peso por la restricción total o parcial de la comida—, la bulimia —consiste en que el paciente se da atracones que acaban desencadenando un sentimiento de culpa y provocando el vómito de forma forzosa—. Victoria apunta a que el ejercicio excesivo o el consumo de laxantes son también habituales para perder peso en ambos casos.
Lo cierto es que no es un mito: la mayoría de personas que sufren alguno de los anteriores TCA son mujeres. La presión social que ejerce la sociedad en la búsqueda idealizada de "cuerpos perfectos" basados en la delgadez y que se han visto potenciados con el auge de las redes sociales —llevando a un aumento de casos—, es un mensaje que va dirigido especialmente a las chicas jóvenes.
En el caso de los hombres, suele ser más habitual la vigorexia. No está clasificada como un trastorno de la conducta alimentaria, pero sí comparte rasgos comunes y peligrosos. La búsqueda de generar músculo a través del consumo de determinadas sustancias como esteroides o anabolizantes y el abuso de suplementos nutricionales —especialmente proteínas— pueden acabar dañando gravemente el organismo.
Eso sí, aquí no hay distinciones. En cualquiera de las distintas enfermedades o trastornos se ve un perfil psicológico muy similar: "Suelen ser personas muy perfeccionistas y exigentes consigo mismas, lo tienen que hacer todo bien. Pero luego se suma esa sensibilidad y falta de autoestima que los hace vulnerables a cualquier mensaje que se les lanza", explica la psicóloga.
"Su cabeza está pensando todo el día en calorías, he comido 25 y ahora tengo que gastar 30. Es una obsesión que no te deja hacer otra cosa porque estás continuamente pensando y altera la conducta cotidiana normal", prosigue. Esto se ve potenciado por las continuas alusiones al físico, un mensaje que va especialmente dirigido de nuevo a las mujeres.
Acerca del sufrimiento de las familias, Victoria advierte que es un proceso muy complejo, y es que muchas veces sufren una doble victimización, porque la incomprensión conlleva, a su vez, una culpabilización por lo que sucede: "Hay gente que llega a decirte que 'tienes muy consentida a la niña' y que por eso hace 'esas tonterías'. Y entonces te empiezas a preguntar cuándo se me ha escapado de las manos la situación o por qué no me he dado cuenta antes".
Pero es que las diferencias se pueden dar incluso dentro del núcleo familiar. La enfermedad lo ocupa y destruye todo, ya que empieza a girar en un círculo vicioso muy negativo: "Es una situación realmente dura, porque se echan la culpa, la madre está mal, el padre que en ocasiones no entiende la situación también está mal, la hija lo ve, se siente peor, porque cree que la culpa es ella y se autoagrede más", argumenta López.
Un TCA, el elefante en la habitación
Ante todo lo expuesto por Pasión y Victoria, queda claro que los trastornos de la conducta alimentaria son un grave problema que afecta a la salud física y mental del enfermo, pero también a su entorno. Es el motivo por el que, ante esta lacra, el mensaje que lanzan a la población desde Azayb es que "es un problema que existe, un problema serio y grave que se debe aceptar".
Desafortunadamente, tras años de experiencia abordando el problema, advierten que la sociedad conoce este problema quedándose solo en la superficie: "Mientras se crea que el querer perder peso es un capricho de una niña, no se avanzará porque la gente no lo asume como un problema grave. Pero lo que hay detrás es una alteración de la personalidad que busca la autodestrucción y que genera infinidad de problemas secundarios. El dejar de comer es solo la punta del iceberg".
Mirando al futuro, Pasión y Victoria solo esperan mantenerse y que Azayb siga hacia adelante. Por otro lado, hacen una petición que aseguran haber trasladado ya a la clase política: conseguir una pequeña unidad en el Hospital que sirva como centro de día y de ingreso para personas residentes en Zamora con un TCA. "Estar en un sitio con personas que padecen otros tipos de enfermedad mental es muy duro", señalan.
Además, en los casos de adolescentes surge otro problema, y es que los ingresos son derivados a los hospitales de Valladolid y Salamanca, produciéndose "un desarraigo respecto a la familia —que muchas veces no puede estar allí todos los días— que es un dolor añadido".
Cada historia escuchada en Azayb recuerda que un TCA no es una elección ni un simple deseo de encajar, sino una herida profunda que necesita comprensión y apoyo. Quizá el primer paso para avanzar como sociedad, sea aprender a mirar sin juzgar.
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