Ha pillado por sorpresa, incluso a algunos se les ha caído la lagrima al saber que el Merendero de Los Pelambres dice adiós y cierra sus puertas. En cuanto un rayo de luz impactaba en Zamora, era habitual ir al chiringuito a tomar unas cervezas, degustar su gastronomía o simplemente comer un helado. Aquel rincón transformaba en especial, una circunstancia normal. Estar al aire libre recibiendo el calor del sol, tomar el aire y entablar una conversación que se desarrolla durante horas.
Después de 30 años de dedicación y esfuerzo, el emblemático chiringuito de Los Pelambres se despide, cierra un capítulo y dejando una huella imborrable en la ciudad. Si las sillas de este mítico establecimiento hablaran, contarían las mil anécdotas que se desarrollaron. La primera cita de una pareja, risas con amigos, reuniones familiares o encuentros con las mascotas. Un espacio que deja un vacío en los corazones zamoranos.
Fundado en 1993 por una familia sin experiencia previa en la hostelería, este negocio ha crecido desde sus humildes comienzos hasta convertirse en un referente local. La historia del Merenderode Los Pelambres es larga. Levantaron el establecimiento en un lugar que parecía aislado, conocido como "Benidor" (sin m), donde la oscuridad reinaba. Sin embargo, con trabajo incansable y la guía de su fundador, Juan Carlos, el merendero se transformó en un destino popular, contribuyendo al desarrollo de la zona con mejoras en el entorno y diversas actividades.
Desde una carta básica con platos sencillos como tortilla y ensaladas, la afluencia de clientes creció rápidamente. María, quien ha dado a conocer la historia del chiringuito en un video de Facebook, reconoce que, a pesar de los errores cometidos, siempre se hicieron “sin querer”. "Mis padres, Fausto y Visi, desde su ignorancia en la hostelería, consiguieron levantarlo. Horas y horas de trabajo y constancia para que hoy miren atrás y se sientan orgullosos del trabajo bien hecho”, apunta su hija en el emotivo video publicado.
A lo largo de los años, el equipo también ha sido fundamental. Ana, una hermana para María, ha sido una pieza clave tanto profesional como personalmente. Javier, en sus múltiples roles como camarero, cocinero y humorista, ha dejado una marca indeleble en la experiencia de los clientes. “Cecilia, Teresa y Mark, nuestros hijos, lo mejor de nuestra vida y por los que luchamos y nos levantamos cada día, han sido los mayores sufridores de este trabajo que, nos ha dado la vida, pero también nos ha quitado tiempo de disfrutarla junto a ellos”, apunta esta hostelera en el video de despedida. Juntos, han creado un ambiente donde cada comida y reunión se ha convertido en un momento especial.
Pero su emotivo discurso continúa. Una despedida no es completa si no se nombra a todos los miembros de una experiencia que perdurará toda la vida, pese a la distancia. “No sé si sabré mirar al Duero si no es a través de la ventana de la cocina, no sé protegerme del sol como del calor y las quemaduras de los fogones, me costará acostumbrarme a guisar para 3 con lo que me gusta hacerlo para 300”, apunta María en su despedida. El cierre del merendero no solo es un adiós, sino una celebración de todos los momentos compartidos con amigos, familiares y clientes. “Cada mesa unía a las personas y cada evento era una ocasión para recordar", destacó la hostelera, quien también expresó su agradecimiento a proveedores y colaboradores que han sido parte esencial de este viaje.
Con lágrimas en los ojos y un corazón lleno de gratitud, la familia de Los pelambres se despide, deseando que el lugar mantenga la luz y vida que lo ha caracterizado durante estos años. "Nos vamos llenos de alegría por poder compartir cada momento de felicidad porque cada merienda, comida o fiesta era algo bonito. Hemos sido testigos de despedidas, prebodas, nacimientos, cumpleaños, bodas y fiestas clave. Esperamos que quien lo cuide en el futuro continúe haciendo brillar a Zamora en el otro lado del Duero", concluyó María.
Aunque llegó el día de despedirse, la esencia del Merendero de Los Pelabres perdurará en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de disfrutar de su hospitalidad. "Quizás solo debéis estar al loro", se despidió María, dejando la puerta abierta a un futuro lleno de posibilidades.
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