El Milagro de Empel: cuando el Tercio Viejo de Zamora escribió una página inmortal en la historia militar española

En diciembre de 1585, el Tercio Viejo de Zamora protagonizó en los helados campos de los Países Bajos una de las gestas más recordadas de la historia militar española

Zamora24horas
08 dic 2025 - 07:01
Imagen de una recreación a orillas del Duero en Zamora
Imagen de una recreación a orillas del Duero en Zamora

En la memoria militar de España hay episodios que, más allá del relato bélico, se mueven en la frontera difusa entre la leyenda y la épica. Uno de ellos nació en un paraje inhóspito de los Países Bajos, en pleno invierno de 1585, y lleva grabado el nombre de Zamora. Es el llamado Milagro de Empel, una batalla que convirtió al Tercio Viejo de Zamora en protagonista de una gesta difícil de comprender sin situarse en aquel escenario de frío, hambre y aislamiento absoluto.

Durante los días 7 y 8 de diciembre, en el marco de la Guerra de los Ochenta Años, unos cinco mil soldados españoles, al mando del maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, resistían en la isla de Bommel, atrapados entre los ríos Mosa y Waal. Frente a ellos, una flota de diez navíos de los rebeldes neerlandeses, comandados por el almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein, estrechaba un cerco que parecía definitivo. Las crónicas recuperadas por la publicación militar Memorial de Infantería describen un paisaje desolador: víveres escasos, ropas empapadas y un enemigo que, confiado en la inminente rendición, ofreció una capitulación “honrosa”.

La respuesta del Tercio pasó a la historia:

«Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos».

Desairado, Hohenlohe recurrió entonces a la táctica más temida en aquella guerra: abrir los diques y dejar que el agua hiciera su trabajo. En pocas horas, la isla quedó sumergida y solo el pequeño montículo de Empel emergía como último refugio para los zamoranos.

Fue allí, en medio del barro helado, cuando la historia dio un giro inesperado. Un soldado que cavaba una trinchera encontró una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. Aquel hallazgo fortuito —para algunos providencial, para otros un símbolo de resistencia emocional en momentos límite— fue elevado de inmediato a un improvisado altar. Bobadilla, consciente del estado anímico de su tropa, se encomendó a la imagen y pidió a los suyos que se preparasen para luchar “bajo la protección de la Virgen”.

La noche del 7 de diciembre trajo consigo un fenómeno meteorológico inusual: un viento gélido que heló de forma repentina las aguas del Mosa. Para los neerlandeses fue una catástrofe; para los españoles, una inesperada tabla de salvación. Marchando sobre el hielo, el Tercio lanzó un ataque sorpresa al amanecer del día 8 y tomó la escuadra enemiga con una claridad que dejó perplejos incluso a los vencedores. El propio Hohenlohe pronunciaría una frase que la historiografía repetiría durante siglos:

«Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro».

Ese mismo día, entre vítores y con la emoción aún fresca, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, germen del patronazgo que hoy conserva la Infantería Española. La devoción se consolidaría tres siglos después, cuando la bula Ineffabilis Deus (1854) elevó a dogma el misterio de la Concepción Inmaculada. Finalmente, en 1892, una real orden firmada por la reina regente María Cristina de Habsburgo oficializó la advocación como patrona del arma de Infantería.

Hoy, más de cuatrocientos años después, Empel continúa siendo una referencia en la cultura militar española y, especialmente, en la memoria colectiva de Zamora. Un episodio donde la historia, la fe y la supervivencia extrema se entrelazan para recordar que, en ocasiones, la épica surge en los escenarios más inverosímiles.

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