Poco después de dos horas desde que el ‘Cinco de Copas’ hubiese hecho su baile en San Juan al son de la Marcha de Thalberg, himno no oficial de todos los zamoranos, la Congregación llegaba a las Tres Cruces. A las siete los tambores de la Banda de Cornetas y Tambores Jesús Nazareno irrumpían en una de las avenidas más transitadas de la ciudad y avisaban a los vecinos que no habían oído el Merlú de que la procesión llegaba para hacer su estación.

Tras el descanso de un poco más de media hora en el que los cinco mil hermanos, los cargadores, los músicos, sus familias, y todos los asistentes, abarrotaban los bares de la zona pidiendo las sopas de ajo o el chocolate para templar el cuerpo después de una noche en vela, los tambores llamaron a filas a los cofrades para emprender el camino de regreso.

La Soledad recorría la avenida mientras los pasos le hacían la tradicional reverencia a su paso acompañados de los aplausos de los asistentes en una mañana del viernes Santo soleada y alegre. Así la cofradía más numerosa de nuestra Semana Santa emprendía la vuelta al Museo de Semana Santa, al que entró alrededor del mediodía.

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