Tras el descanso de un poco más de media hora en el que los cinco mil hermanos, los cargadores, los músicos, sus familias, y todos los asistentes, abarrotaban los bares de la zona pidiendo las sopas de ajo o el chocolate para templar el cuerpo después de una noche en vela, los tambores llamaron a filas a los cofrades para emprender el camino de regreso.
La Soledad recorría la avenida mientras los pasos le hacían la tradicional reverencia a su paso acompañados de los aplausos de los asistentes en una mañana del viernes Santo soleada y alegre. Así la cofradía más numerosa de nuestra Semana Santa emprendía la vuelta al Museo de Semana Santa, al que entró alrededor del mediodía.
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