¿Se está perdiendo Valorio o salvando su futuro? El ambicioso plan que rodea al bosque tras 50 años sin intervenciones
Tras las críticas por una supuesta "tala indiscriminada" de árboles en Valorio, el Ayuntamiento de Zamora, junto con expertos de la Universidad de Salamanca y la Universidad de Valladolid, han explicado la ambiciosa actuación ambiental que se esconde tras esta actuación en el Bosque de Valorio para garantizar su viabilidad a largo plazo.
El Bosque de Valorio es mucho más que un espacio verde para Zamora. Se trata de un enclave natural profundamente ligado a la memoria colectiva de la ciudad, donde generaciones han paseado, jugado y crecido bajo sus pinos. Declarado de utilidad pública en 1975, ha sido objeto desde entonces de intervenciones puntuales, centradas sobre todo en el ocio y el recreo. Sin embargo, la gestión forestal integral ha estado ausente durante casi medio siglo.
El diagnóstico, realizado en el marco del proyecto Renaturaliza, ha sido claro: un ecosistema envejecido, sobrecargado de biomasa, con árboles de la misma edad y sin posibilidad de regeneración natural. A esto se suma el riesgo elevado de incendio, derivado de la continuidad de copas y sotobosque sin podas adecuadas, y la presencia de especies alóctonas como las arizónicas, que además de ser poco beneficiosas para la biodiversidad, resultan altamente alergénicas.
“Lo que nos hemos encontrado es un bosque que no puede sostenerse por sí solo. La densidad impide la entrada de luz y no hay plantones jóvenes que aseguren el relevo natural”, explica el ingeniero de Montes Asier Sainz, director de Zenit Ingeniería y decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes de Castilla y León, cuya empresa ha colaborado en el diseño de la intervención. Según Sainz, el abandono de estas tareas ha generado un ecosistema que, en caso de incendio, sería muy difícil de contener. “No estamos hablando de una exageración: un fuego aquí sería prácticamente inextinguible si no se actúa”.
Víctor Colino, investigador de la Universidad de Salamanca y coordinador del equipo científico, ha señalado que la actuación parte de un enfoque técnico riguroso pero también emocional: “Soy zamorano, crecí en Valorio. Nadie que participa en este proyecto quiere hacerle daño al bosque. Pero gestionar un espacio así exige una mirada generacional. Lo que hacemos hoy es por el Valorio de nuestros hijos”.
El plan incluye talas selectivas de ejemplares que presentan riesgos por su inclinación o estado sanitario, retirada de árboles hermanados, podas para reducir la continuidad del combustible forestal y restauración del suelo con parte de la biomasa triturada. Según los responsables del proyecto, entre un 30 y un 40 % de esa biomasa se reincorpora al terreno, con el fin de mejorar la capacidad de retención de agua y enfrentar los efectos del cambio climático.
Además, se han creado zonas de discontinuidad vegetal para frenar la propagación del fuego, se están restaurando manualmente las vías de saca utilizadas por la maquinaria y se prepara ya la segunda fase de la intervención, prevista para el mes de octubre. En esa etapa se plantarán 4.400 nuevas especies vegetales, entre ellas más de un centenar de olmos resistentes a la grafiosis, así como especies autóctonas que ayuden a devolver al bosque parte de su composición vegetal original, como encinas y melojos.
No obstante, la intervención no ha estado exenta de controversia. En las últimas semanas se han alzado voces críticas por la tala de árboles en varias zonas del bosque. Vecinos, usuarios del espacio y algunos colectivos ecologistas han expresado su preocupación por la magnitud de las actuaciones y la falta de información previa.
Desde el Ayuntamiento de Zamora, se insiste en que la intervención ha sido “cuidadosamente planificada, con criterios científicos contrastados y en la época del año menos perjudicial para la fauna”. La concejala responsable del área, Ana Belén González, ha defendido que se trata de “una actuación necesaria, que llega tras décadas sin gestión forestal efectiva”, y ha recalcado que “el tiempo dará la razón, como ya ocurrió con otros proyectos criticados en su día y luego reconocidos como positivos”.
González también ha pedido paciencia: “Es injusto juzgar una obra en mitad de su ejecución. Nadie cuestiona que Valorio es un lugar especial, pero hay que entender que es un bosque urbano, sometido a riesgos concretos, y que su conservación exige decisiones difíciles”.
Las críticas, por ahora, no han frenado el avance del proyecto. Los responsables insisten en que la intervención es reversible en sus aspectos físicos, pero no actuar habría significado dejar al bosque a merced de su propio colapso. Como subraya Víctor Colino: “No se trata de perder pinos, se trata de ganar un bosque. Y un bosque es mucho más que un conjunto de árboles”.
El debate sobre Valorio está servido, pero más allá de las discrepancias puntuales, la actuación abre una reflexión mayor sobre la gestión de los espacios naturales urbanos y el papel que deben jugar la ciencia, la planificación y la pedagogía en su protección. Porque, como coinciden los técnicos, lo que está en juego no es solo el presente del bosque, sino su futuro.
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