“¡Buenas noches Zamora!”, comenzaba Carlos Núñez, “Qué maravilla, por fin podemos decir que estamos aquí, es un placer para nosotros tocar en una tierra en la que las tradiciones están tan vivas, tan fuertes, nosotros lo sabemos y por eso os tenemos preparado para hoy un menú impresionante con mucho sabor celta y mucho sabor zamorano”, proseguía. 

El maestro gaitero anunciaba así sus intenciones para una noche que se volvió mágica en el Teatro Principal. Desde el primer minuto, Carlos Núñez y todo su equipo formado por Pancho Álvarez a las guitarras, su hermano Xurxo Núñez a la percusión, y Jon Pilatzke de The Chieftains al violín, supieron crear el ambiente idóneo para hacer disfrutar al público que abarrotó el coliseo zamorano. Nadie quiso perdérselo. Se vendieron hasta las localidades de visibilidad reducida en las que apenas se ve pero sí se escucha. Se escucha y se siente.

Ante un público entusiasmado, el virtuoso artista fue haciendo las delicias de los presentes entrelazando melodías escocesas, irlandesas o gallegas hasta llegar al plato fuerte. El sabor zamorano del que hablaba al comienzo del recital llegó con la entrada triunfal de la banda de gaitas As Portelas de Lubián y las intervenciones de Alberto Jambrina, quien destacó la labor del Consorcio de Fomento Musical de Zamora. Los jóvenes talentos Mario Martínez, Alberto Fernández y Miguel Mateos, integrantes del grupo de folk La Nota, también se sumaron a la cita junto a los componentes de Ringorrango. 

Ya en la recta final, y jaleados por el alocado violinista de The Chieftains, los cientos de espectadores se pusieron en pie y comenzaron a bailar en sus butacas al ritmo de gaitas, dulzainas, flautas y tamboriles. Un final enardecido digno de un auténtico festival con seña de identidad propia que se prolongó hasta las dos horas y que volvió a poner de manifiesto la universalidad de este género musical, que derriba fronteras sin olvidar sus raíces.

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