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Un resquicio para la esperanza

Un resquicio para la esperanza
No hay rastro de tristeza en la entrada del Centro Terapéutico Ciudad Jardín de Zamora. Tampoco de melancolía. Las sonrisas anticipan lo que será una nueva jornada de tratamiento contra una enfermedad que amenaza con borrar del disco duro de las personas que la padecen cualquier rastro de su vida pasada. Es una patología sin cura. Se llama Alzhéimer y, actualmente, golpea a más de un millón de personas en España.

En su día, el diagnóstico de esta demencia postraba al paciente en un sillón mientras la enfermedad iba minando, de forma lenta pero constante, sus capacidades cognitivas. Pero eso ha cambiado: “Estamos hablando de personas que ahora están integradas en la comunidad. Cuanto antes comiencen la terapia, más posibilidades habrá de contener la enfermedad y de que tengan una mayor calidad de vida”, explica María Rodríguez, psicóloga y subdirectora del área terapéutica del Centro.

Este objetivo centra la actividad diaria de los trabajadores de un ‘hogar’ que acoge a 60 pacientes durante ocho horas al día. Todos padecen alguna demencia. Más del 80% tienen Alzhéimer. “Realizamos una intervención muy integral y estamos enfocados hacia todas las áreas. Tenemos fisioterapeutas, enfermeros, médicos y geriatras y estamos en contacto con sus médicos especialistas para canalizar el tratamiento farmacológico y no farmacológico”, añade Rodríguez, que narra a su vez cómo los pacientes se encuentran divididos en grupos en función del grado de demencia que sufren.

En ocasiones, la aparición de síntomas de apatía, depresión o desánimo lastran la vida diaria del enfermo, pero la organización de actividades grupales trata de introducir a cada una de las personas en una dinámica positiva: “Hay múltiples talleres en los que trabajamos la estimulación y también hacemos salidas a la calle para hacer hincapié en la orientación”, apunta Patricia Caro, una de las dos terapeutas ocupacionales que trata con los pacientes.

Tanto ella como María Rodríguez aluden a la normalización de la enfermedad como un elemento clave a la hora de integrar a quienes la padecen en la sociedad: “No hay que esconder ni ocultar nada. Es bueno que se conozca y que la gente se sensibilice”, aseguran. También ponen en valor la actividad. Durante las ocho horas que pasan en el Centro cada día, los pacientes ejercitan sus capacidades mediante una serie de rutinas elaboradas de forma concienzuda por los especialistas: “Por la mañana hacemos actividades físicas y de mantenimiento de la salud y también un taller de estimulación. Trabajamos aspectos como el lenguaje y el cálculo. Por la tarde, tras la comida, disfrutan con actividades recreativas”, narra Patricia Caro, que también destaca la musicoterapia como punto fuerte del tratamiento.

Ambas expresan su satisfacción por poder ejercer esta labor en Zamora, aunque lamentan el relativo abandono de los pacientes de las zonas rurales de la provincia. “Vemos en el día a día que esto funciona”, afirman antes de despedirse. De nuevo en la entrada en el Centro reciben a algunos de los enfermos con gestos de cariño. Es la parte humana de una patología que no tiene cura, pero que deja un espacio para la contención y el mantenimiento de la calidad de vida en su fase inicial; un resquicio para la esperanza.

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