Muere este miércoles que ha sido un miércoles normal; un miércoles de luz, sol y primavera, miércoles de marzo, prólogo de nuevos abriles. Pero nada ha sido igual en este miércoles de vísperas. No es igual el aire que corre animoso por las calles, ni es igual el atardecer rosado, la risa de los niños, el murmullo en los soportales y las terrazas, este despertar a la vida, este sol que se esconde tras la Catedral antes de morir y que venga la noche. Hoy es la noche. 

Esta noche regresan las almas mientras la ciudad duerme, mientras finaliza la cuenta atrás en el calendario que conduce a los días de Pasión, estos días santos que nos resucitan. Los muertos abandonan sus tumbas, vienen con nosotros, nos dan la mano en los mismos ritos, la misma fe, los mismos pasos, las mismas calles... seguimos sus invisibles huellas, continuamos su camino. Ya vienen, nos están llamando. Abridle las puertas.

Zamora vela esta noche almas; almas y plegarias. No son armas, no hay cuidado. Hace ya siglos que la ciudad dejó sus armas aparcadas, dormidas, sin caballeros ni gestas, sin batallas perdidas ni ganadas. Hace siglos que Zamora dejó de rebelarse, de luchar por lo que en justicia es suyo y brotaron amapolas en el Campo de la Verdad. Quizá la vieja confusión que dio origen a este titular no estaba tan confundida. En esta ciudad de armas sin guerras ahora sólo hay almas.

Zamora vela almas y plegarias en cada antesala del Jueves de Pasión. Esta noche, más tarde, cuando la oscuridad desemboque en el amanecer, el Nazareno abrazará su Cruz cerca del Duero, cerca del agua. 

Zamora está lista para el milagro.

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