El alma ancestral de Zamora que no podrán quemar

La historia de una comarca que arde por fuera, pero resiste por dentro.

La Obisparra 2025
La Obisparra 2025 | María Lorenzo

Desde hace varios días en Zamora atardece antes de tiempo, no porque se nos concedan menos horas de sol, sino porque el humo lo ha copado todo. No huele a verano, Aliste huele a humo, aunque desgraciadamente ya parece una tradición que la época estival tenga ese aroma a desgracia y superviviencia.

La comarca de Aliste, una vez más, ha sentido el aliento caliente de la amenaza. En el horizonte, los montes no humeaban, suplicaban. Pero aún así, era 15 de agosto. La resilencia de toda la provincia, se personifica en La Obisparra, la mascarada que se fue del invierno para poder sobrevivir, sopesando ahora toda la provincia dar ese viaje a la inversa para poder mantenerse en pie.

El reloj pasaba las ocho cuando salieron los bueyes. Salieron los sembradores. El ciego pidió limosna, el gaitero sopló su nota más desafiante y el diablo (sí, también él), jugó a asustar a los pequeños.

Los niños rieron. Corrieron por las calles, chillando con ese entusiasmo que no sabe de tragedias. El suelo crujía con la paja extendida por las sembradoras dibujando un caminito de oro a los infantes de Pobladura para que ojalá quieran seguir siempre dando pasos por el pueblo. Tradición contra el desastre. Memoria contra el olvido. Juego contra el miedo.

El humo no se fue. Seguía en el aire, pero nadie huyó. Al contrario: los alistanos en la diáspora volvieron, los vecinos salieron, y lo ancestral recorrió las calles en un acto de afirmación. Pobladura no arde, pero arde por dentro. Arde de amor por lo suyo, por lo que no quiere que desaparezca entre las llamas de la indiferencia, del tiempo o del desastre tantas veces anunciado.

Y aunque el fuego haya dibujado un nuevo mapa del desastre en la provincia —por unas horas— la vida recuperó su pulso. En una calle cualquiera de un pueblo pequeño, un niño se abrazó a su abuelo tras escapar del “buey”. Una pareja se miró cómplice al escuchar una broma improvisada del “ciego”. Un forastero preguntó qué significaba todo aquello, y alguien le respondió con una sonrisa: “Esto somos”.

Porque mientras la ceniza caía sin permiso, la risa fue un acto de resistencia.Y Pobladura, con su Obisparra, fue su escenario más valiente.

stats