La emotiva petición de Abelardo Febrero, párroco zamorano de 93 años, para salvar la torre de su iglesia: “No nos olvidéis”

Abelardo Febrero, sacerdote desde hace 68 años y aún en activo en cinco pueblos de Tierra de Campos, reclama a la Diputación y al Obispado que impulsen cuanto antes la restauración de la torre de San Román

Imagen de Abelardo Febrero junto al templo
Imagen de Abelardo Febrero junto al templo

Con 93 años recién cumplidos, Abelardo Febrero sigue siendo el corazón pastoral de Vega de Villalobos, un pueblo zamorano que no llega al centenar de habitantes y que lucha con determinación por salvar la espadaña de su iglesia. El cura, que colabora también en otros cuatro municipios, lanza un mensaje claro a las instituciones: “No nos olvidéis”.

El sacerdote agradece los avances conseguidos por la plataforma Salvemos Nuestra Torre (SNT), que desde diciembre de 2024 ha logrado recaudar cerca de 28.000 euros para la restauración y que recientemente ha entrado en el convenio de bienes inmuebles 2026-2027 de Diputación y Obispado. “Se están dando pasos muy bonitos”, celebra, aunque insiste: “Ahora, que no quede en el olvido. Hay que hacerlo lo más pronto posible”.

Febrero comparte este llamamiento en una semana especial: su cumpleaños y la festividad de San Román, patrón del pueblo. Tras la misa, invitará a los vecinos a un aperitivo en el recién reabierto bar del municipio, ahora en manos de dos jóvenes emprendedores. “Y que nadie piense que la invitación sale de los fondos, ¡eh!”, bromea entre risas.

El párroco recuerda que el Obispado “nunca se niega a colaborar”, pero subraya que la implicación vecinal es esencial: “No os enfriéis”, pide. Él mismo forma parte de SNT, desde donde ha realizado gestiones discretas para agilizar trámites: “Hablar con los que están allá arriba y empujar todo lo posible”.

A sus 68 años de vida pastoral, desde que se ordenó en 1957, Abelardo ha pasado por Sayago, Aspariegos o San Cristóbal antes de jubilarse en 2013, aunque nunca ha dejado de ayudar. Ya participó en la reparación de las campanas de la iglesia y conoce bien lo difícil que es mantener el patrimonio: “Hace años uno me dijo: ¿se puede arreglar la torre? Le respondí: dame el dinero y te lo arreglo mañana. Habló mucho y dio poco”, recuerda con humor.

Hoy, sin embargo, cree que el pueblo está siendo un “ejemplo”: “Están arrimando el hombro al máximo”, destaca. Pero avisa de que el esfuerzo vecinal tiene límites: “El pozo ya no da más agua. Para que no nos sequemos, nos tenéis que ayudar”. Y vuelve a dirigirse a las instituciones: “Ayudad al máximo”.

El sacerdote también muestra cierta inquietud sobre el próximo paso: encontrar una empresa que acepte asumir la obra. “A primeros de enero se ofrecerá a varias. Revisarán la torre y dirán si aceptan el presupuesto o si hay que subirlo”, explica.

Aun así, mantiene la esperanza intacta: “Tengo confianza en que esto se va a hacer. Y cuando llegue el día… ese día haremos una fiesta ‘que para qué’”.

Con su habitual humildad, Febrero asegura que la fuerza le viene de no pensar en sí mismo: “Es más fácil llevar una torre que la voluntad de las personas”, reflexiona. Por eso lanza un mensaje a los vecinos, especialmente a los más mayores: “Los antiguos, con más dificultad, hicieron la torre. ¿Cómo no vamos a ser capaces de conservarla? Esta iglesia es nuestra”.

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