Javier Ucero, funcionario de Prisiones: “Esta sociedad ha olvidado preguntarse el porqué de las cosas”
Después de haber impartido la asignatura de Religión durante seis años en el IES Maestro Haedo, en la capital zamorana, y durante otros nueve en el IES Pardo Tavera, en Toro, se antojaba poco probable un cambio en la vida de Javier Ucero. Este toresano ya hablaba a sus estudiantes de Religión desde antes de cumplir los 30 años pero, superados los 40, casado y padre de dos hijas, decidió modificar drásticamente su estilo de vida. En la actualidad, trabaja en los módulos de mujeres del centro penitenciario Madrid VII, en la localidad madrileña de Estamera. La prisión cuenta con 1008 celdas y 178 complementarias, ubicadas en una superficie construida de más de 90.000 metros cuadrados, dentro de una parcela de casi 366.000.
-¿Cuál es el camino desde profesor de Religión hasta funcionario de prisiones?
En 2005 me planteé dar un viraje a mi vida. El mundo de las prisiones siempre me había llamado la atención. Empecé por mi cuenta a preparar las oposiciones y las saqué en 2008, estudiando por las noches, dando clases por las mañanas y con dos niñas muy pequeñas. Por eso digo siempre que las oposiciones son también de mi mujer, que tiraba de las crías. Me levantaba a las cinco de la mañana y, a veces, no llegaba a casa hasta las nueve y media de la noche.
-Ahora está en la Comunidad de Madrid.
Desde hace dos años y medio estoy en Estremera, que se escribe con ese, por cierto, aunque esté en el extremo de la Comunidad autónoma. Está a 70 kilómetros de Madrid, a quince minutos de Tarancón, que ya es provincia de Cuenca. A 300 kilómetros de mi casa. Es el Centro Penitenciario Madrid VII.
-¿Qué función desempeña allí?
Llevo nueve meses en dos módulos de mujeres. El mundo de las prisiones está ahí. Nadie quiere hablar de ello porque es un tema tabú pero no es propio de los funcionarios de prisiones, sino una cuestión social. Estamos trabajando con el último eslabón de la sociedad y salvo que haya algún caso famoso, algún político, es decir, algún Bretón, algún Julián Muñoz, no se habla de ese mundo.
-¿Qué situación hay ahora mismo en Madrid VII?
Tengo que dedicar un recuerdo a mis compañeros de Topas, por ejemplo, que son compañeros cercanos que han pasado momentos muy difíciles y, gracias a ellos, que supieron estar a la altura, nosotros tenemos la situación que tenemos. La situación penitenciaria que yo vivo está en dos módulos de mujeres, uno de respeto y otro, con internas más complicadas.
-¿Qué es un módulo de respeto?
Es un tipo de módulo, que también hay para hombres, en el que las internas firman un compromiso de horarios y actividades, en coordinación con los técnicos, es decir, educadores, trabajadores sociales y funcionarios que trabajan allí, como compromiso de trabajar el punto clave del sistema penitenciario. Se trata de un punto recogido en el artículo 25.2 de la Constitución Española, relativo a que todas las penas deben ir encaminadas a la reinserción social.
-¿Y el otro módulo?
Es un módulo normal de mujeres y pueden ir pasando al módulo de respeto, en función de su comportamiento, de su actividad y de su forma de ser, dependiendo de técnicos y funcionarios.
-¿Hay mucha diferencia a la hora de trabajar con los presos y con las presas?
La situación de la mujer en prisión, el comportamiento y la forma de ser es como la vida misma. La psicología femenina presenta sus diferencias respecto a la masculina. Hay que tener un grado de paciencia diferente respecto a los hombres. Hay compañeros que me dicen que estoy zumbado pero hay que decir que el 80% de las mujeres que están en los centros penitenciarios se han visto abocadas a estar allí con una parte de culpa compartida por la cuestión educativa, por la cuestión cultural y por la cuestión de su pareja, aunque también es verdad que hay un tanto por ciento de mujeres que son retorcidas.
-¿Su trabajo es peligroso?
Tiene sus riesgos, claro; por eso tenemos un complemento de peligrosidad por ese concepto porque estamos directamente con las personas internas.
-¿Ha tenido algún problema serio?
No, hasta ahora, no y he estado en tres centros en estos años que llevo en Prisiones y he vivido tipos de trabajo muy distintos. Empecé en uno muy complicado, en Castellón II, en Albocasser. El segundo era un centro de inserción social y ahora prisión tipo, en Mallorca. Mis compañeros me dicen que tengo las habilidades propias de un maestro y supongo que es normal porque me moriré siendo maestro.
-¿Cuáles son esas habilidades?
Soltar carrete y recoger a tiempo, sobre todo. Eso es propio del trabajo directo con las personas y yo llevo veinte años haciéndolo, cinco en Prisiones y quince en docencia.
-¿Cómo es un día cualquiera en Madrid VII?
Entro a las ocho menos cuarto de la mañana. Después de fichar voy al módulo y doy el relevo al compañero que ha hecho el anterior turno, sea de día o de noche, examino las celdas una por una, contando y viendo que todas las internas se encuentran bien y, después, empieza la actividad diaria. Estoy con ellas en las comidas y pendiente continuamente de ellas en todas las actividades y en cada situación que pueda producirse, como ir al médico, por ejemplo.
-¿De cuántas internas se ocupa a diario?
Depende. En verano, por ejemplo, además del que está dentro del control, estamos una persona para cada módulo, que son 85 presas.
-La ratio es peor que la de alumnos por maestro.
Es verdad. La ratio podría ser bastante mejor. No se habla mucho de ello pero hay jubilaciones que no se están cubriendo y eso tiene sus efectos, claro. En cualquier caso, respecto a las personas internas, hay que preguntarse el porqué están allí. Esta sociedad se ha olvidado de preguntarse el porqué de las cosas. No todas las personas internas son iguales y no estoy exculpando a nadie porque lo primero que aprendes es que si están allí es por algo.
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