Juan Vicente Herrera asegura que “las personas son nuestra gran prioridad”

Juan Vicente Herrera asegura que “las personas son nuestra gran prioridad”
Juan Vicente Herrera asegura que “las personas son nuestra gran prioridad”

Queridas amigas y amigos: Acabamos de entregar los Premios Castilla y León, en esta víspera de un nuevo 23 de abril, fiesta mayor de la Comunidad. Quienes los han recibido se incorporan a la nómina de unos Premios que, desde hace ya 30 años, reconocen a nuestros mejores. Y agradecen la vida, el talento y la obra de unos paisanos, que no sólo destacan por su dimensión creativa y profesional, sino que también ofrecen un claro ejemplo de esfuerzo por el desarrollo humano y el progreso social.

Nos sentimos muy orgullosos de contar con todos esos nombres propios, que tanto han contribuido a que Castilla y León sea hoy una Comunidad mejor. Y a que proyecte una imagen de excelencia en España y en el mundo. Nuestro respeto y felicitación a todos ellos, con el recuerdo emocionado a los que ya no están entre nosotros.

Juntos conforman un enorme registro de conocimiento, superación, ciencia, arte y destreza de una tierra vieja y sabia, pero también ambiciosa y activa. Que se precia de poseer un rico pasado histórico y cultural. Y que se esfuerza para tener un presente más dinámico, y un futuro mejor. Una tierra que, como comunidad autónoma desde 1983, está marcando su propio camino en España. Y participa, dentro de ella, en el gran proyecto europeo.

Un camino autonómico, constitucional y europeo que, desde luego, ha conocido momentos mejores y peores. Pero gracias al cual, con el esfuerzo de todos, hemos conseguido sin duda avanzar. Y también afrontar y superar retos difíciles y situaciones graves como las actuales, que tan intensamente están afectando a nuestras realidades sociales, demográficas y económicas.

Y es que nos encontramos en una especie de “tiempo de frontera”, en el que, sin olvidar ni valorar todos los motivos ciertos que existen para la esperanza, seguimos estando obligados a tener muy presentes, también en esta fiesta, a las personas y familias más directa y gravemente afectadas por la crisis, y que por ello más necesitan de nuestro apoyo y solidaridad. A todos los que, queriendo trabajar, no pueden hacerlo. A todos los que viven en los complejos límites de la exclusión social. A todos los que ven con temor o incertidumbre su presente o su inmediato futuro.

Es verdad que hoy son cada vez más numerosos y firmes los datos objetivos y las previsiones que apuntan para España, y para Castilla y León, un horizonte más abierto y un nuevo tiempo de recuperación.

Pero hay que seguir insistiendo en que, honestamente, sólo podremos hablar de salida real de esta dura crisis cuando la recuperación a la que señalan esos datos y previsiones se traduzca en crecimiento económico sostenido, en un modelo social mucho más estable y humano, y sobre todo en creación de nuevo empleo. Así pues, es fundamental afianzar ese escenario de recuperación, y dar pleno sentido a todos los sacrificios que hemos exigido y han sido asumidos por la sociedad.

Tenemos que hacer esto con amplitud de miras. Sin quedarnos sólo en medidas de corto recorrido. Planteando y desarrollando decisiones estratégicas, que hagan realidad el que ha sido, y debe seguir siendo, nuestro papel básico como Comunidad Autónoma, que es el de garantizar unos servicios públicos de calidad a todas las personas, a todos nuestros ciudadanos, luchando por mantener los lugares de cabeza que ocupamos en ello.

En este sentido, tenemos ahora tres grandes prioridades, que cito aquí porque, más que proyectos del Gobierno, son auténticas “cuestiones de Comunidad”. Como lo demuestra el hecho de que en torno a ellas hemos sido capaces de alcanzar hasta este momento unos amplios consensos, nacidos del Acuerdo Político y del Diálogo Social, que es imprescindible mantener y desarrollar.

Me refiero, en primer lugar, al impulso de un sistema productivo más moderno, dinámico, y diversificado. Más competitivo, innovador, y abierto al exterior. Capaz de generar mayor actividad, mejor empleo, y más recursos públicos.

Me refiero también, en segundo lugar, al trabajo por lograr un nuevo modelo de financiación. Que supere las insuficiencias del actual. Y que garantice los recursos necesarios para atender nuestros servicios básicos. Ajustando para ello más adecuadamente el peso de la población con otras variables, demográficas y territoriales, que condicionan e incrementan notablemente aquí el coste de la prestación de los mismos.

Y me refiero finalmente, en tercer lugar, al desarrollo de nuestro propio modelo de ordenación territorial. Adaptado a las características de nuestra población y territorio. Pensado para garantizar la prestación de los servicios básicos en todos los rincones de la Comunidad. Y asociado a la simultánea garantía de pervivencia de nuestras Entidades Locales, cuya colaboración es esencial para asegurar el éxito y la calidad del sistema de servicios públicos del que hoy dispone Castilla y León.

Queridas amigas y amigos: los proyectos que acabo de citar me permiten insistir en que las personas son nuestra gran prioridad. Y son por ello las destinatarias de las principales actuaciones públicas, sobre todo en los momentos más difíciles. Pero no son sólo eso. También son nuestro mejor activo. Nuestra mayor riqueza. El mejor instrumento que puede tener una sociedad para crecer y progresar. Así lo volvemos a comprobar en los Premios Castilla y León hoy entregados, que de nuevo expresan el enorme filón de calidad humana que Castilla y León atesora. Algo que en esta edición se ha reflejado además en varios Premios compartidos.

Así ocurre con el Premio de las Artes, que han recibido dos ilustres actrices: LOLA HERRERA y CONCHA VELASCO. Dos grandes damas de la escena, que honramos a través de ellas. Con una larga y versátil carrera de éxitos. En la que siempre han contado con el cariño del público por la calidad de su trabajo, y por su capacidad de adaptación a las exigencias de su arte, y a la diversidad de sus escenarios: teatro, cine y televisión. De sus trabajos, hoy quiero recordar especialmente cómo han brillado de una forma tan intensa en algunos vinculados a nuestra propia tierra. Y ahí está, por ejemplo, el magistral papel de Lola como “Carmen Sotillo” en el monólogo teatral “Cinco horas con Mario” de Don Miguel Delibes. Y también la inigualable recreación que Concha hizo de la figura de “Teresa de Ávila”, cuyo V Centenario se conmemora el próximo año.

Otro galardón conjunto ha sido el Premio a los Valores Humanos, otorgado a FRANCISCO LAÍNA y FERNANDO MACARRO, mejor conocido como “MARCOS ANA”, seudónimo que aúna el nombre de sus padres. Procedentes de ámbitos bien distintos, compartirlo es la mejor imagen de un Premio a la concordia. A la lucha por un futuro común y mejor. A la apuesta porque ese futuro se base en la reconciliación, la convivencia y la libertad. Apelando a la voluntad común, la generosidad, el respeto al adversario, la ilusión por los grandes proyectos, y el buen sentido de nuestro pueblo, como ha dicho Francisco. Pero también con el ejemplo de Fernando, huyendo de odios y revanchas. Pues como él señala, “el rencor es como un pedrusco en el bolsillo que te hace andar de lado”. Buscando, como poeta y como hombre de acción, esa rebeldía pacífica que nos permita defender nuestra dignidad como personas y nuestros derechos, para conseguir entre todos un mundo mejor.

Y también es un tercer galardón doble el del Premio del Deporte, que han merecido el RUGBY EL SALVADOR, la entidad deportiva de la Comunidad más laureada actualmente, y el VALLADOLID RUGBY ASOCIACIÓN CLUB, a la cabeza en los últimos tiempos de la principal competición nacional de esta disciplina. Se reconocen así unas carreras deportivas fructíferas y de éxito. Que han contribuido a difundir el nombre de Castilla y León por España y Europa. Que están sabiendo combinar su sana competencia y rivalidad con la armonía y deportividad de sus equipos y aficiones. Apostando por un modelo basado en la cantera y el deporte de base. Y el trabajo desinteresado de buena parte de sus equipos y directivos. Hasta conseguir conquistar un espacio propio y reconocido en un deporte que se está abriendo paso entre nosotros.

Ya en los galardones individuales, el Premio de Investigación Científica y Técnica, viene a reconocer en FERNANDO TEJERINA una trayectoria docente e investigadora profunda, prestigiosa e impecable. Vinculada al desarrollo de la ciencia en sus diferentes dimensiones y aplicaciones. Y también su capacidad de liderazgo, impulso y renovación a través de sus muchas responsabilidades institucionales, como pudo comprobarse en la compleja década en que asumió el Rectorado de la Universidad de Valladolid, o en el tiempo de su trabajo como Secretario de Estado. En su labor está siempre presente su activa defensa del valor social de la educación, la investigación y la innovación. Y su voluntad permanente de que los avances científicos se traduzcan en bienestar concreto para las personas.

Una voluntad que asimismo encontramos en el nuevo Premio de Medio Ambiente, la profesora ROSARIO HERAS, en quien se refleja esa cualidad que los romanos denominaban “auctoritas”, por la valía de su trabajo científico, que la ha convertido en una referencia internacional en el ámbito de la eficiencia energética. Así como por su amor a la docencia, y por su capacidad comunicativa para divulgar el conocimiento de manera comprensible y cercana. Desde esa legitimidad, estamos obligados a atenderla cuando nos recuerda todo el potencial investigador del que disponemos. Y la necesidad de que el mismo sea utilizado bien por toda la sociedad y por nuestras empresas, especialmente para conseguir una mayor sostenibilidad y ahorro de recursos, gracias al mejor uso de las energías.

También encontramos una amplísima y brillante trayectoria universitaria en el Premio de Ciencias Sociales y Humanidades, TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ, sin duda alguna uno de los grandes maestros del Derecho Público español más reconocidos. Y en particular cita obligada cuando hablamos de Urbanismo o de Derecho Administrativo. Es asimismo uno de los mayores expertos en materia autonómica, ya desde su participación en la famosa Comisión de Expertos de 1981. Hoy, sus autorizadas opiniones, muchas veces críticas, pero siempre constructivas, siguen siendo valiosas y apreciadas por todos cuantos estamos convencidos del acierto esencial de nuestro actual modelo territorial, trabajamos lealmente desde él, y defendemos también la necesidad de acometer su perfeccionamiento y mejora.

Con el Premio de las Letras, el poeta JESÚS HILARIO TUNDIDOR une su nombre a la selecta nómina de quienes han hecho un arte de nuestras letras. Unos sentimientos y emociones ante la realidad y la vida, expresados desde el corazón y también desde la inteligencia, que se han manifestado a través de una poesía cabal y profunda. De una hondura y simbolismo que reconstruye la realidad de su mundo, y de todo el mundo, consiguiendo una obra capaz de expresar valores incuestionables que arraigan en nuestra mejor tradición lírica. Una poesía que, según sus propias palabras, “brota del deseo de la comunicación, de la vida, de la sorpresa ante la vida, y por eso es universal”.

Finalmente, en el nuevo Premio de Conservación del Patrimonio, ÁNGEL SANCHO, reconocemos la trayectoria fundamental de un hombre de fe y de cultura. Que ha querido actuar sobre nuestra riqueza patrimonial tanto desde un punto de vista humano como religioso. Y con ello ha prestado un destacado servicio a nuestra Comunidad, a través de grandes iniciativas, como el proyecto “Edades del Hombre”, o de actuaciones más pequeñas. Su concepción de los bienes culturales como intermediarios entre lo que significan y lo que nos quieren comunicar, le ha llevado a considerar el patrimonio como algo vivo, actuante, y en permanente diálogo con la persona. Y a dedicar su larga vida a una infatigable labor de búsqueda, catalogación y rescate de innumerables obras de arte, muchas en peligro por la desaparición de sus habituales custodios en el medio rural, en una impagable labor de preservación de nuestro legado cultural.

Queridas amigas y amigos: creo sinceramente que este acto de homenaje a nuestros mejores quedaría este año incompleto si no hiciéramos referencia expresa a una de las figuras principales de la historia reciente de Castilla y León y de España, Adolfo Suárez, que en vida recibió la Medalla de Oro de la Comunidad, y que tras su reciente fallecimiento forma ya parte de la memoria agradecida de los españoles, como gran protagonista de una de las mejores páginas que hemos escrito juntos.

Adolfo Suárez tuvo la sensibilidad, la inteligencia y la capacidad de concertación suficientes para impulsar la Transición. Un proceso basado sobre todo en la voluntad de los españoles de cambiar el rumbo de nuestra historia, y abrir en ésta un nuevo tiempo basado en la convivencia, las libertades y la democracia. También a través de un modelo territorial de nueva planta, que diera las respuestas más eficaces a la pluralidad de España.

Todo ello se produjo, además, en unos momentos muy complejos. En los que no había muchas certezas, salvo, eso sí, la de que la inmensa mayoría de nuestra sociedad no quería ni permanecer ni regresar al pasado. Para conseguirlo, fue imprescindible el liderazgo, la inteligencia y la generosidad de algunos “hombres buenos” singulares, como Adolfo Suárez, a los que debemos todo nuestro reconocimiento.

La Transición es, por muchas razones, un periodo apasionante, con un espíritu que debemos esforzarnos en no perder, y en actualizar en todo aquello que sea necesario. Un espíritu que permitió hacer frente a enormes dificultades, alentando el compromiso de tantas personas, con tan variada procedencia, que decidieron prescindir de una buena parte de sus sueños y posiciones, para conseguir entre todos lo posible: la paz y la libertad, y cambiar así una cruel historia colectiva que parecía hacerlas imposibles.

Encontramos en ello un mensaje estimulante de motivación y esperanza, que nos dice que si fuimos capaces de hacerlo bien entonces, podemos volver a hacerlo bien hoy. Además, debemos ser conscientes que la misma sociedad está reclamando que apliquemos ahora muchas de las fórmulas que entonces se demostraron válidas y acertadas.

La sociedad reclama, por ejemplo, una profunda regeneración política: revivir el valor cívico que tiene el oficio político. En su mejor dimensión como servicio público. La política, los políticos, y nuestras organizaciones, recibimos hoy la valoración social más crítica de nuestra historia democrática. Son sin duda unos momentos difíciles que han exigido duros sacrificios. Pero que se han enturbiado todavía más con algunos comportamientos corruptos absolutamente rechazables. Todo lo cual ha llevado a muchos ciudadanos a la apatía, la resignación, la desconfianza o la indignación, una situación con la que no podemos conformarnos.

Así, es imprescindible rescatar la mejor política. La que es mucho más que mera administración. La política en su sentido más inteligente. En su sentido más originario e importante, como es el de ser revulsivo social. El de alentar los cambios y el progreso. El de abrir caminos donde no los hay. El de proponer los desafíos que una sociedad necesita, y aportar los instrumentos precisos para ello. Asumiendo unas actitudes y unos valores muy firmes, como la honestidad, la austeridad, la vocación de servicio, y hasta en ocasiones la renuncia personal.

La sociedad reclama también valentía en el liderazgo, para no abandonar una meta valiosa a causa del riesgo, el esfuerzo o la dificultad que entrañe. Y verdadero patriotismo, para poner siempre los intereses generales por encima de los personales, gremiales o particulares.

En fin, la sociedad reclama, especialmente, diálogo, entendimiento, espacios de encuentro y acuerdos. Asumiendo que nunca nadie va a poseer la verdad completa. Entendimiento y consenso aplicados sobre todo a cosas muy escogidas. Y principalmente a una, como es la voluntad firme y profunda de vivir en libertad. Sobre este fundamental pacto se construyó el actual Estado Social y Democrático de Derecho. Cimentado en la Transición. Y formalizado en nuestra Constitución, una norma que sigue reflejando ese espacio fundamental de concordia.

Creo que es desde ese conjunto de valores como mejor podemos dar respuesta al importante desafío que ahora nos plantean los proyectos de ruptura de unos nacionalismos extremos, que ya no disimulan su esencial egoísmo y su permanente insatisfacción con argumentos de supuestos agravios y legitimidades.

La Constitución no impuso a nadie una idea parcial de España, sino que convocó a cada ciudadano a hacerla día a día. Con trabajo y esfuerzo. Pero también con certezas y esperanzas. Convocó a los españoles a construir un espacio común y de acogida, donde todos pudieran sentirse a gusto y compartir el futuro, a partir de una realidad compleja pero común, con más de cinco siglos de existencia. Una Nación donde todas las sensibilidades y peculiaridades de sus territorios pudieran expresar su personalidad, hasta alcanzar el mayor grado de autonomía política y administrativa que hemos tenido en nuestra historia.

Hoy algunos quieren ignorar todo esto. Quieren olvidar incluso su propia y valiosa contribución a aquel momento fundacional de la España de todos. Todo ha dejado de ser suficiente. Y hasta se empecinan en demostrar una irracionalidad increíble cuando, sin ninguna muestra de vergüenza política, proclaman que “España les roba”.

Ante todo ello, se puede reaccionar recordando todos los enormes vínculos que se han forjado entre nosotros a lo largo de tanto tiempo de historia común, y que supondría un verdadero drama y disparate romper.

O también advirtiendo sobre todas las consecuencias económicas, financieras, comerciales y sociales derivadas de la hipotética ruptura de cualquier territorio con el conjunto de España, y de su segura salida de la Unión Europea, algo que los nacionalistas pretenden escamotear sustituyendo el discurso de la razón por el siempre más fácil recurso al sentimiento.

O planteando sin ningún complejo un principio tan esencialmente democrático como el de que “lo que a todos afecta, por todos debe ser decidido”. Como hizo tan mayoritariamente hace sólo unos días el propio Congreso de los Diputados. Porque el futuro de España siempre dependerá de todos los españoles. Y nunca una parte podrá decidir el destino de todos, cuando hablamos de algo tan esencial como es la soberanía, que según la Constitución sólo pertenece a todo el pueblo español.

O, en fin, argumentando también con otro principio democrático tan básico como el del respeto a la Ley y el Derecho. De manera que ninguna legitimidad tendrá lo que se intente al margen de ellos, pues la verdadera democracia consiste, precisamente, en el escrupuloso respeto a la Ley.

Todo ello se puede utilizar. Y todo ello es cierto y válido. Pero creo que el mejor, más eficaz y necesario argumento ante aquellas pretensiones disgregadoras es recuperar, afirmar y reforzar la idea de la España de la Constitución como nuestro gran proyecto común. Algo en lo que quizás no hemos sido lo suficientemente ágiles o rotundos. Afirmar España como nuestro proyecto. Como un proyecto de futuro, frente a otros que nos quieren llevar a un pasado muy remoto, cuando no inventado. Como un proyecto de todos, frente al excluyente de sólo unos pocos.

Una España vigorosa en su identidad. Firme en su compromiso con los valores de la libertad y la democracia. Decidida en su voluntad de caminar juntos. Y convencida de su apuesta por mantener y mejorar su organización autonómica. Esa es la mejor respuesta frente a los que hoy la niegan. Una tarea de la que Castilla y León será siempre, sin duda, por sus raíces, sentimientos, y lealtades, una parte muy activa y comprometida.

Una España fuerte hacia adentro. Pero también fuerte hacia fuera, en especial en nuestro entorno natural, Europa. Que, como bien sabemos en Castilla y León, es una civilización, una cultura, unos valores, y hasta una forma de vida. Una realidad desde luego mucho más rica y atractiva que un conjunto de frías instituciones que parecen limitarse la mayor parte de las veces a defender y decidir objetivos estrictamente económicos. Cuyo futuro avanza, precisamente, hacia una mayor integración y un mayor compromiso mutuos. Con lo que toda iniciativa que implique abandonarla, salir de ella, disgregarla, significará también ir directamente contra la misma historia.

Queridas amigas y amigos: ante este nuevo 23 de abril, Día de Castilla y León, dispongamos nuestra mejor voluntad para seguir luchando por nuestro futuro. Para mejorar tantas cosas. Para apoyar sobre todo a los que más lo necesitan. Para continuar avanzando. En fin, para aprovechar todas las oportunidades y asumir las responsabilidades que nos ofrece este tiempo histórico de autonomía.

Tomemos nota del ejemplo de quienes hoy han merecido, por el testimonio de su vida y de su trabajo, unos Premios que vuelven a expresar nuestro reconocimiento y agradecimiento a los mejores. Nada les fue fácil, pero nunca se rindieron ante el desánimo, la incertidumbre, o la dificultad.

Practicaron y practican el valor del esfuerzo. De la superación. De la autodisciplina. Del rigor. Del gusto por la obra bien hecha. De la palabra dada. De la moderación y del respeto. De la búsqueda de la belleza y del progreso humano. Del sacrificio que cimenta la esperanza.

Esos son sus valores. Y también son por tanto los nuestros. Todos los Premiados pertenecen a los universos de la cultura, las ciencias, el arte, la literatura, la paz y la concordia. Pero hoy sienten y manifiestan también, de una forma muy especial e intensa, el legítimo y prudente orgullo de ser reconocidos en su tierra. De ser castellanos y leoneses. De ser hijos de Castilla y León.

Que ese mismo sentimiento de orgullo y autoestima nos alegre a todos en esta Fiesta de la Comunidad. Y nos ilumine para seguir haciendo, día a día, una tierra mejor. Muchas gracias.

 

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