Zamora pierde 17 curas diocesanos entre 2018 y 2022 y apuntan que el descenso "irá a más"

Obedece a un "cambio cultural" y se apuesta por la reestructuración de las unidades pastorales

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Diócesis de Zamora
Diócesis de Zamora

Las once diócesis de Castilla y León encadenan una sucesivo descenso en el número de sacerdotes durante los últimos cuatro años, al contabilizar en 2022 un total de 1.602 curas diocesanos, un 16,1 por ciento menos que en 2018, cuando había 1.910, sin contar con los presbíteros vinculados a órdenes religiosas y los extradiocesanos. Las ordenaciones se cifraron en 53 durante este periodo, aunque con grandes diferencias entre las diócesis, pero que escenifican la falta de relevo y la crisis vocacional que afecta a España, en particular, y a Europa, en general, según los datos recabados por la Agencia Ical.

No obstante, la Diócesis de Burgos se posiciona a la cabeza, al registrar un total de 18 ordenaciones, siendo 2021 el año en el que más se produjeron, con seis; seguida por Ávila y León, con siete en cada caso; Valladolid, con otros cinco; Zamora, Palencia y Astorga, con tres en cada caso; Salamanca, Soria, Ciudad Rodrigo, con dos en cada Diócesis; y Segovia, con una única ordenación. La provincia zamorana pasó de 124 a 106 curas diocesanos y de 16 a nueve religiosos, aunque aumentó hasta los 13 en el caso de los extradiocesanos, lo que supone diez más que en 2018. 

Este descenso progresivo, que irá a más, se enmarca en un “cambio cultural”, al ser la realidad del conjunto de las diócesis, que dista mucho de la situación en otras zonas del mundo donde la fe es emergente y hay mayor número de curas y feligreses, con edades medias mucho más bajas.

El problema de la falta de presbíteros (muchos de ellos siguen realizando tareas pastorales tras superar su jubilación) no es único de la Iglesia, ya que se vincula a la falta de vocaciones en la sociedad actual, tanto para el sacerdocio como para otras cuestiones del día a día, señalan fuentes eclesiásticas consultadas por la Agencia Ical, quienes reconocen que es difícil una regresión de este panorama, por lo que es necesario poner en marcha un esquema de cambio, ya que, de la noche a la mañana no cambiarán esas vocaciones.

Para ello, se apuesta por la restructuración de la unidades pastorales y la puesta en marcha de otras soluciones transitorias, como pueden ser los denominados animadores de la palabra, formados por grupos de laicos y religiosos, para suplir aquellos casos, casi siempre en el medio rural, donde no llega un cura.

Trasladan que los feligreses y la sociedad en general deben hacer un ejercicio para cambiar su forma de pensar y dar un paso más allá en la contribución y colaboración en esta materia. De igual manera que vecinos de muchas localidades de Castilla y León se desplazan a otra población cercana para comprar o realizar trámites, también podría instaurarse la rutina de asistir a celebraciones religiosas o misas a esos pueblos aledaños para evitar la dispersión de las parroquias, añadieron.

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