"Las vistas que veía desde mi ventana al levantarme cada mañana ya no van a volver a ser las mismas ni parecidas, ya no me queda tanto tiempo para verlo"

La tristeza se apodera de los vecinos de Aliste al regresar a sus casas y ver el panorama desolador

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Las desoladoras imágenes de la Sierra de la Culebra tras el incendio
Las desoladoras imágenes de la Sierra de la Culebra tras el incendio

Cada mañana, al despertarse, Felipe Alonso Garrido se asomaba por su ventana de Mahíde donde podía ver un lujo: la naturaleza. Vivir en la Sierra de la Culebra, en la Zamora vaciada, tiene sus inconvenientes como los problemas de comunicaciones, las dificultades cada vez mayores con la sanidad y la despoblación que cada año mina los pueblos zamoranos. Muchas de esas dificultades se ponen en un lado de la balanza y a los zamoranos que apuestan por seguir en la Zamora rural les pesa más el otro lado: el de vivir en su tierra, el de contemplar la naturaleza y el de disfrutar de otro ritmo de vida.

Esa naturaleza, esa pasión por lo zamorano, por las tradiciones y por lo rural llevó a Felipe Alonso a vivir en Mahíde, a levantarse cada mañana, subir la persiana y mirarle a los ojos a la Sierra de la Culebra, a escuchar sus cantos y sonidos, a disfrutar de sus bondades, esa que ofrece en forma de frutos, de setas, de aire limpio y de agua. Una ventana a un cuadro vivo en movimiento, a un lujo por el que muchos pagan. Dormirse con los sonidos de la noche en el campo, levantarse con el despertar del rocío y el canto de los pájaros.

La noche del sábado Felipe tuvo que abandonar, como todos sus convecinos, su casa, su hogar, sus tierras y desplazarse a Alcañices donde un pueblo vecino les acogió con los brazos abiertos y la solidaridad zamorana por bandera en el pabellón mientras a metros de sus domicilios se luchaba contra las llamas. Fue la noche más larga para muchos alistanos que, por fortuna, el domingo pudieron regresar a esos pueblos queridos. Las casas seguían en el mismo sitio pero el paisaje había cambiado. Donde antes había vida, ahora no hay nada. Donde había ruido, ahora silencio.

Felipe es sólo uno de los muchos zamoranos que ya no pueden mirar de la misma forma por su ventana. Uno de los que ahora, casi con lágrimas en los ojos, observa lo que queda y recuerda lo que había: "He fotografiado muchas veces el paisaje de la Sierra. Una de las últimas veces que publiqué las fotos, hacía referencia a la ancestral atracción visual que me provocaba. Las vistas que veía desde mi ventana al levantarme cada mañana ya no van a volver a ser las mismas ni parecidas, ya no me queda tanto tiempo para verlo".

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